5.2.1 – El desorden de tu nombre (1986)

Afirma Millás hablando de esta novela:

Yo aquí me propuse una cosa: hasta ahí en todas mis novelas la degradación exterior y la degradación interior corrían paralelas, es decir, a medida que se degradaban por fuera se degradaban por dentro; en este caso, a medida que se degrada por fuera tiene más éxito social; en este sentido es una metáfora de la época en que nos ha tocado vivir, donde realmente yo tengo la intuición de que los sujetos más degradados son los de mayor éxito social1

En esta novela los dos principales personajes masculinos, Carlos Rodó y Julio Orgaz, como dice Gutiérrez, son dos arribistas sin escrúpulos, que luchan entre sí como dos machos dominantes y Laura, mujer de Carlos y amante de Julio, será al final la compañera del ganador.
Por lo que concierne a Julio, éste es un editor y aspirante escritor, que, para alcanzar la fama está dispuesto a plagiar a otro escritor más joven y talentuoso que él, además de robarle la identidad e intentar arruinarle la carrera. Parece que la generación de Julio quiera bloquear la generación sucesiva, aunque el otro escritor, Orlando Azcárate, le dice a Julio que, a pesar de sus esfuerzos de bloquearlo, su carrera prosperará en un futuro próximo.
Durante todo el libro Julio está obsesionado por una alucinación auditiva: le parece a menudo oír La internacional, el himno socialista de su juventud. Como afirma Fabián Gutiérrez, el precurso de este personaje será olvidarse del pasado, porque es uno de aquellos idealistas que querían cambiar el mundo y han acabado por transformarse en el blaco mismo de sus revindicaciones2:

[...] si pensamos en la obsesión recurrente del sujeto cuando oye «La internacional». La caída de determinados valores que eso encarna, es una caída de valores que parecía imposible... y que ahora están por los suelos. Pues golpea ahí, en algo que todo el mundo siente: que se están cayendo esos valores que no van a ser reemplazados. Por eso el novelista debe trabajar (aunque no sea consciente de ello) como mínimo a medio plazo, porque a la velocidad que va el mundo, si no lo hace, su obra se queda vieja enseguida3

La alucinación de Julio se desvanece a medida que él se olvida del pasado, olvida sus ideales. Como escribe irónicamente Millás en De nada

El “efecto memoria” resulta dañino para el progreso de las personas. Si uno quiere ser alguien, es preciso olvidar, aunque se convierta en otro. Es mejor ser otro con una cuenta corriente saneada, que ser el mismo vendiendo pañuelos en un semáforo. Antes de abrazar una nueva fe, sea analógica o digital, religiosa o política, descárguese del todo de la anterior y busque un enchufe. De nada.4

Esto conecta con el tema del olvido que hemos visto en Visión del ahogado. Allí Jorge desahoga su violencia en el cuerpo de su amante, que puede representar la continuidad generacional. En El desorden de tu nombre Julio es un personaje menos violento, o violento de una manera diferente.
Los personajes de El desorden de tu nombre parecen haber superado la fase del desencanto, y lo que hacen es simplemente adaptarse a la nueva situación. Jorge no emplea la violencia contra su mujer, sino que mata a su canario. Esto parece debido más que a una falta de substancia al sentimiento de vergüenza: lo que le fastidia a Julio es el hecho de ser mirado, de tener que enfrentarse a la mirada neutral del canario que parece juzgarle mientras se convierte en un ser mezquino.
Carlos Rodó es otro personaje que se ha olvidado de sus ideales para convertirse en un ser mezquino. Él es psicoanalista, y candidato al puesto vacante del Ayuntamiento, que le daría la coordinación o la dirección de todos los centros municipales de salud. Julio es su paciente, y sin saber que Laura es la mujer de su psicoanalista le habla a menudo de ella con pasión, pasión que por lo contrario Carlos ha olvidado desde los años de su juventud. Así lo podemos ver en el monólogo trágico del psicoanalista:

Años de estudios, de contactos, de oposiciones, de análisis, años de inteligente y devastador trabajo político, para que al final la existencia empiece a hacer agua por el sitio por el que menos se podía esperar. Años, pues, dedicados a una razonable acumulación de poder personal que ahora carece de sentido sin el soporte del amor, del amor, abandonado a los rigores de la intemperie, como la juventud, como el valor moral, como el conjunto de principios bajo los cuales llegué a pensar que debería organizarse la vida. Años de vergüenza también, de llamar a cien puertas para que se abriera una de ellas, de adquirir con dinero fantasías adolescentes no realizadas, años de renuncia; años, en fin, de intercambio, de venta, años de mezquindad, de entrega, de cinismo, que seguramente han llegado a convertirme en lo que más podía detestar5

Laura es un ejemplo de mujer que ha sacrificado su carrera para ser ama de casa, como escribe en su diario:

[...] el dinero para pagar el estudio donde se ha puesto la consulta salió del bolsillo de mi padre [...] me siento saqueada, vampirizada. Desde que nos casamos toda nuestra vida se ha organizado en función de sus intereses, de su carrera. Yo he ido renunciando poco a poco a mis aspiraciones para facilitarle a él las cosas y ahora que empieza a triunfar soy incapaz de ver qué parte de ese triunfo me correspondería a mí [...] Una mujer necesita ganarse un salario para no acabar siendo una asalariada de su propio marido6

Laura reflexiona que otras compañeras suyas se han casado y no por eso han dejado de trabajar. Ella sí, ella escribe que «tuve un trabajo que dejé, porque me gustaba la casa y la familia, etcétera. Todo es mentira»7. Como la Julia de Visión del ahogado, Laura es el personaje femenino víctima de los hombres. Antes se trataba de violencia para olvidar la realidad, ahora se trata por lo contrario de sacrificarse por ayudar a su marido a “adecuarse” al sistema corrupto.
Como Julia, Laura es portadora del peso generacional: en el capítulo quince descubrimos que también la madre de Laura fue infiel a su marido, como lo es Laura. Así dos generaciones se conectan; Laura mira a su hija Mercedes, como Julia miraba a la suya: ambas hijas parece representar la generación futura.
Una diferencia fundamental entre Visión del ahogado y El desorden de tu nombre es que en esta segunda obra la literatura parece ofrecer a los personajes la posibilidad de rescatar sus identidades, inventarse nuevas realidades. Julio, a lo mejor, no es un escritor famoso, y tampoco el amante de Laura – mujer que podría haber visto sólo una vez en el parque – pero la entera obra El desorden de tu nombre parece ser escrita por él, ser una reinvención de su vida, en la que algunos insignificantes acontecimientos reales han quedado a la merced de una delirante ampliación ficcional. Como afirma Julio, si de verdad tuviéramos identidad, no necesitaríamos tantos papeles (certificados, carnés, pasaportes, etcétera) para mostrarla8. De esta conciencia de la ficcionalidad de su identidad nace un vacío de puntos de referencia, que Julio parece llenar según su gusto. Julio, desdoblándose en escritor y personaje, puede vivir la vida que le apetece, vida que vive como personaje e inventa como escritor. También Laura, personaje femenino oprimido, encuentra en la escritura la posibilidad de reinventarse la realidad. Como afirma Millás, es Laura el personaje que toma las decisiones. Ella escribe un diario donde se reinventa la realidad, y de esta manera se vuelve escritora de su vida, toma la pluma, que puede ser considerada un símbolo fálico.
Este concepto es explicado por Marco Maurel, en su comentario a la Trilogía de la soledad:

Con todo ello, Millás nos está diciendo que sólo quebrantando las leyes establecidas por la tradición y por la costumbre lograremos desasirnos de lo convencional e instalarnos en otro de vivencia de la realidad. La trasgresión, así, opera como Leitmotiv en todas las novelas: ¿Qué hace Laura en su diario al mezclar arbitrariamente las palabras y crear otras nuevas si no darse cuenta de que otro orden distinto del censurado por la sociedad es posible? Sólo rompiendo con lo establecido se conquista un espacio de libertad suficiente para desde él configurar una identidad nueva y genuina.9



1 Fabián Gutiérrez, Como leer a Juan José Millás, cit., p. 101. 102
2 Ibid
3 Ibid, p. 102
4 Juan José Millás, “De nada”, http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/articuento005.htm
5 Juan José Millás, El desorden de tu nombre, Punto de lectura, Madrid, 2006, p. 79
6 Ibid, p. 44
7 Ibid, p. 44, 45
8 Ibid, p. 137, 138

9 Marcos Maurel, “Notas a la Trilogía de la soledad” de Juan José Millás, cit, p. 80