5.1 – La mutilación de la identidad

Empezamos con Visión del ahogado, publicada en el inmediato postfranquismo (1977).
El título de la obra parece referirse a una teoría según la cual, como leemos en Dos mujeres en Praga, una persona mientras se ahoga tiene rápidas visiones dispersas de su pasado, hasta morirse. De hecho, toda la novela está contada con continuos saltos de la adolescencia de los personajes a su presente.
El principal personaje femenino, Julia, pasa su tiempo trabajando en una escuela y recreando su mundo mientras fantasea en su casa, donde convive con Jorge, después de haberse separado de su marido, Luis, llamado también El Vitaminas. Jorge no “pertenece” propiamente a la casa de Julia, parece más un intruso, y de hecho, además de disfrutar de Julia para satisfacer sus instintos sexuales violentos, cuando hacia el final de la novela tiene que enfrentarse a la responsabilidad de cuidar a Julia y a su hija se huye a la calle y desaparece. Luis, el “verdadero” marido, es un criminal y atracador de farmacias, que pasa todo el tiempo deambulando por la calle, intentando huir de la policía, hasta que al final de la novela queda detenido mientras afirma morirse por haber tomado demasiadas píldoras y sufrir la visión del ahogado.
Todos los personajes de esta obra parecen tener una existencia trágica. Como afirma Brad Epps, «Indeed what it is about, if anything, is the debilitation of humanism, utopianism, and redemption in genereal»1. Afirma Millás hablando de esta obra:

[...] quise contar la degradación política centrada en una pareja; en aquella época había muchas parejas que se degradaban porque lo que les había unido era la lucha política; en el momento en que ese mundo desaparece, se miran frente a frente y no tienen nada que decirse. Esa pareja que se va degradando es una metáfora de una degradación mucho más general2

El pasaje de la adolescencia a la edad madura de los personajes es, según Brad Epps, el símbolo del desencanto, de la caída de aquellos valores que parecían poder reemplazar el franquismo, el símbolo, en otras palabras, de la ruptura pactada. Esta es una «Story of inadequation and inadequacy»3, de una generación frustrada que mira hacia atrás para comprobar su presente sin esperanza, lleno de contradicciones, de falsedades.
Los personajes de Visión del ahogado han interiorizado el franquismo, han interiorizado la costumbre de ser controlados, como por ejemplo Laura que mirando una mancha en el espejo se imagina que haya una cámara que la mira. También la violencia no ha desaparecido, sino, como escribe Brad Epps, ha sido transferida al ámbito doméstico:

Although “El Vitaminas” is the object of public concern [...] and although he is considered to be armed and dangerous, he is not necessarily the most violent. The most outwardly violent character, the one whose aggressiveness is mostly morosely detailed, is Jorge [...] This may seem paradoxical, for this outwardly violent character is depicted, in large measure, inside the home. The outward violence is here domestic violence, the violence that lies behind the mediocre peace that lies, in turn, behind so many seemingly fine proper names.4

La situación de Julia es un poco la situación de España con la ruptura pactada: ella sigue pasiva, el hueco dejado por su marido es reemplazado por otro personaje, aún más violento que el anterior. Como escribe Millás en la introducción del libro, citando a Le Carré, el secreto de la existencia es hacerse viejos sin hacerse mejor.
Jorge no es el único personaje violento: también Jesús Villar, personaje secundario, fantasea con la idea de golpear a su mujer con un cenicero. En general, como afirma Brad Epps, «In Millás’s novel, virility and maturity are adolescent illusions, fierce substitutes for a profound ontological emptiness»5. Jorge utiliza el cuerpo de Julia para olvidar, y Julia a su vez vive en un estado de seminconsciencia, de «ausencia de cualquier tipo de memoria»6, cerrándose en su mundo, buscando su realización en el trabajo de enseñanza, que la liga a los menesteres de la existencia colectiva, deprivándola de una su individualidad, de la independencia:

En un instante, y dada la escasez de tales acotaciones, es capaz de recorrer sus treinta años escasos de existencia; y a pesar de que trata de exprimirlos como si en su interior tuviese que haber forzosamente algo sólido, al final sólo obtiene su actual presencia de mujer objetivamente adulta, y ligada a los menesteres de la existencia colectiva a través de un matrimonio deshecho, una hija de la que espera obtener una confusa redención, y un trabajo al que se ha entregado como quien se entregara a la salvación de su alma.7

Como nos dice William H. Gass, «For Freud, illnesses are “fathered”, often literally; everything important about a person originates within the family. The first disappointment becomes the model for all future disappointments [...]»8; es el caso de Julia, que mirando a su condición y mirando después a su hija teme que ésta herede su enfermedad, su situación enferma de ama de casa, que ella ha heredado a su vez de su madre, como un fantasma que se transmite de generación a generación.
Por lo que concierne a Jorge y el Vitaminas, ellos intentan rebelarse de su situación, pero al final se quedan atrapados. Lo que los conecta es que ambos están solos, como en fin está sola Julia. La soledad parece ser la condición humana, condición que Jorge ya había aprendido desde su adolescencia, en sus primeros encuentros amorosos:

Jorge habría querido, demasiado joven como era, que las suyas se hubieran encontrado con las de la chica para entablar con el lenguaje de los dedos un cierto tipo de comunicación sentimental que precediera al desastre o al éxtasis. Pero ella no se lo permitió, sino que directamente condujo su mano al centro de operaciones y con esta actitud parecía decirle: no vayas a pensar que esto ha sido propiamente un encuentro; los encuentros no existen más que en la idea de la salvación, y nosotros, por unos años todavía, estamos salvados sin necesidad de recurrir a tales subterfugios. Has de aprender aún que sólo existen acciones paralelas, como cintas continuas que moviéndose en sentidos opuestos con diferente ritmo hacen de vez en cuando coincidir frente a frente dos partes semejantes; tal vez ni eso, tal vez en una de las cintas la solercia ha incrustado un espejo que cree poseer aquello que tan sólo refleja.9

A esta soledad se suma el peso de los modelos, que quitan a la personas el libre albedrío. Los personajes parecen ahogarse en la realidad: «[...] el triunfo de cualquier actividad placentera acababa pareciéndose tanto a la realidad que se convertía en fracaso, ya que lo real es lo cotidiano, es decir, lo impuesto»10. Como afirma Brad Epps:

What Jorge understands, if anything, is that his innermost acts, his words and gestures, are pre-scripted and externally imposed [...] Julia’s part, already obscurely established, is to play the willing victim whose alluring body fill in (for) the fulsome emptiness that Jorge dreads (the “vision of the drowned man, of “El Vitaminas”).11

Los modelos ejercen su peso en las personas, Julia es criticada por Jorge por escuchar aquellas canciones de Julio Iglesias que hablan de amor y que empujan a sufrir por amor, proporcionando un modelo, pero a su vez Jorge se da cuenta de que él mismo es esclavo de los modelos sociales, así que no hay salida. Escribe Fabián Gutiérrez:

Esa generación que no ha vivido los últimos años de su vida sino que ha imitado «la que creíamos que vivían los otros», a la que el cine y las canciones proporcionaron modelos de comportamiento, y que ha ido «como idiotas, inventando un pasado intenso y doloroso, porque no sabemos disfrutar de nada, excepto del dolor»12

Todos los personajes se mueven como cintas paralelas, sin comunicación, siguiendo sus modelos como si fueran su destino.
El Vitaminas afirma que:

Las pocas veces que he tenido la sensación de ser dueño de mí, de dirigir mi propia suerte [...] coincidieron siempre con el desarrollo de alguna actividad delictiva, y en consecuencia peligrosa [...] Pero el delito [...] no se manifestaba en el hecho de escoger la alternativa prohibida, sino en el descaro de pretender que hubiera alternativa13

La sociedad con la que este personaje se enfrenta está hecha por hombres que han sido educados por la televisión y que aún se creen controladores de la sociedad: lo que teme no es sólo la policía, sino «sus contemporáneos, hábilmente educados por la televisión para reconocer a un sospechoso o para interpretar la estela que los sospechosos dejan inevitablemente tras de sí, porque en su situación de fugitivo que no escapaba sólo de las redes de la policía oficial, sino de aquella otra más numerosa e inmediata (porteros, oficinistas y conserjes)»14. Luis con su actividad criminal choca contra el sistema, es un outsider, porque al mismo tiempo parece no poder y no querer integrarse:

[...] tras la aceptación de que no tenía a dónde ir: que no era inteligente, que las señales aceptadas hasta entonces por él y por quienes le habían rodeado como muestras de un entendimiento superior no habían sido otra cosa que las marcas de una torpeza alimentada por un carácter singular, en cuyas raíces no había agudeza, ni talento, ni siquiera esa capacidad medio cristiana de juzgar rectamente que llamaban sindéresis, sino un hambre endémica, un fracaso habitual también, y un deseo profundo —henchido por el paso de varias generaciones— de cambiar de imagen, no a base de sustituir la antigua, sino de suplantarla [...] Pero Luis, el Vitaminas, se había preparado desde siempre para afrontar su particularidad reconocida, su excesiva comprensión del mundo y de las cosas; por eso ahora ignoraba cómo combatir su vulgaridad manifiesta, mientras compraba dos barras de pan y subía por Hermanos de Pablo, sin evitar la lluvia, hacia Alcalá.15

Desde su adolescencia el Vitaminas había buscado la libertad, había chocado contra lo impuesto, intentando liberarse de los modelos. Cuando tuvo que elegir una mujer, estaba Julia, que era muy diferente de él en cuanto a carácter, y Rosario, que se le parecía mucho. Eligió a Julia para suplantar sus modelos, porque verse reflejado a sí mismo en su mujer le resultaba insoportable. Toda su vida ha sido una lucha para salir de sí mismo. Sin embargo, a pesar de todos estos esfuerzos para romper con los modelos, para buscar la libertad de lo impuesto, el percurso que Luis hace le lleva al fracaso. Todo lo que ha obtenido es deambular por la calle, sin un lugar donde estar, expuesto a todo tipo de sufrimiento. Ni siquiera logra salir de la ciudad, sino desde la casa de su mujer hace un percurso circular que llega otra vez a la casa de su mujer, donde lo encuentra y detiene la policía.
En esta obra Millás parece no prospectar salidas de los modelos, de lo impuesto. Ninguno de estos personajes logra encontrar la libertad, la independencia, mientras asisten a la caída de sus valores. Lo que una vez los había unido, les había dado una identidad, un esquema de valores, ahora parece haber sido reemplazado por un vacío.



1 Brad Epps, “Battered Bodies and Inadequate Meanings: Violence and Disenchantment in Juan José Millás’s Visión del Ahogado”, Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies, Volume 5, 2001, p. 30
2 Fabian Gutiérrez, Como leer a Juan José Millás, cit., p. 127
3 Brad Epps, “Battered Bodies and Inadequate Meanings: Violence and Disenchantment in Juan José Millás’s Visión del Ahogado”, cit., p. 30
4 Ibid, p. 39
5 Ibid, p. 45
6 Juan José Millás, Visión del Ahogado, Punto de Lectura, Madrid, 2001, p. 18
7 Ibid, p. 17
8 William H. Gass, Tests of Time – essays by William H. Gass, The University of Chicago Press, United States of America. p. 9
9 Juan José Millás, Visión del Ahogado, cit, p. 49, 50
10 Ibid, p. 30
11 Brad Epps, “Battered Bodies and Inadequate Meanings: Violence and Disenchantment in Juan José Millás’s Visión del Ahogado”, cit., p. 41
12 Fabian Gutiérrez, Como leer a Juan José Millás, cit., p. 127
13 Juan José Millás, Visión del Ahogado, cit, p. 57
14 Ibid, p. 68

15 Ibid, p. 53, 54