Empezamos con
Visión
del ahogado,
publicada en el inmediato postfranquismo (1977).
El título de
la obra parece referirse a una teoría según la cual, como leemos en
Dos
mujeres en Praga,
una persona mientras se ahoga tiene rápidas visiones dispersas de su
pasado, hasta morirse. De hecho, toda la novela está contada con
continuos saltos de la adolescencia de los personajes a su presente.
El principal personaje femenino,
Julia, pasa su tiempo trabajando en una escuela y recreando su mundo
mientras fantasea en su casa, donde convive con Jorge, después de
haberse separado de su marido, Luis, llamado también El Vitaminas.
Jorge no “pertenece” propiamente a la casa de Julia, parece más
un intruso, y de hecho, además de disfrutar de Julia para satisfacer
sus instintos sexuales violentos, cuando hacia el final de la novela
tiene que enfrentarse a la responsabilidad de cuidar a Julia y a su
hija se huye a la calle y desaparece. Luis, el “verdadero”
marido, es un criminal y atracador de farmacias, que pasa todo el
tiempo deambulando por la calle, intentando huir de la policía,
hasta que al final de la novela queda detenido mientras afirma
morirse por haber tomado demasiadas píldoras y sufrir la visión del
ahogado.
Todos los
personajes de esta obra parecen tener una existencia trágica. Como
afirma Brad Epps, «Indeed what it is about, if anything, is the
debilitation of humanism, utopianism, and redemption in genereal»1.
Afirma
Millás hablando de esta obra:
[...]
quise contar la degradación política centrada en una pareja; en
aquella época había muchas parejas que se degradaban porque lo que
les había unido era la lucha política; en el momento en que ese
mundo desaparece, se miran frente a frente y no tienen nada que
decirse. Esa pareja que se va degradando es una metáfora de una
degradación mucho más general2
El pasaje de
la adolescencia a la edad madura de los personajes es, según Brad
Epps, el símbolo del desencanto, de la caída de aquellos valores
que parecían poder reemplazar el franquismo, el símbolo, en otras
palabras, de la ruptura pactada. Esta es una «Story of inadequation
and inadequacy»3,
de una generación frustrada que mira hacia atrás para comprobar su
presente sin esperanza, lleno de contradicciones, de falsedades.
Los personajes
de Visión
del ahogado
han interiorizado el franquismo, han interiorizado la costumbre de
ser controlados, como por ejemplo Laura que mirando una mancha en el
espejo se imagina que haya una cámara que la mira. También la
violencia no ha desaparecido, sino, como escribe Brad Epps, ha sido
transferida al ámbito doméstico:
Although
“El Vitaminas” is the object of public concern [...] and although
he is considered to be armed and dangerous, he is not necessarily the
most violent. The most outwardly violent character, the one whose
aggressiveness is mostly morosely detailed, is Jorge [...] This may
seem paradoxical, for this outwardly violent character is depicted,
in large measure, inside the home. The outward violence is here
domestic violence, the violence that lies behind the mediocre peace
that lies, in turn, behind so many seemingly fine proper names.4
La situación de Julia es un poco
la situación de España con la ruptura pactada: ella sigue pasiva,
el hueco dejado por su marido es reemplazado por otro personaje, aún
más violento que el anterior. Como escribe Millás en la
introducción del libro, citando a Le Carré, el secreto de la
existencia es hacerse viejos sin hacerse mejor.
Jorge no es el
único personaje violento: también Jesús Villar, personaje
secundario, fantasea con la idea de golpear a su mujer con un
cenicero. En
general, como afirma Brad Epps, «In Millás’s novel, virility and
maturity are adolescent illusions, fierce substitutes for a profound
ontological emptiness»5.
Jorge
utiliza el cuerpo de Julia para olvidar, y Julia a su vez vive en un
estado de seminconsciencia, de «ausencia de cualquier tipo de
memoria»6,
cerrándose en su mundo, buscando su realización en el trabajo de
enseñanza, que la liga a los menesteres de la existencia colectiva,
deprivándola de una su individualidad, de la independencia:
En
un instante, y dada la escasez de tales acotaciones, es capaz de
recorrer sus treinta años escasos de existencia; y a pesar de que
trata de exprimirlos como si en su interior tuviese que haber
forzosamente algo sólido, al final sólo obtiene su actual presencia
de mujer objetivamente adulta, y ligada a los menesteres de la
existencia colectiva a través de un matrimonio deshecho, una hija de
la que espera obtener una confusa redención, y un trabajo al que se
ha entregado como quien se entregara a la salvación de su alma.7
Como nos dice
William H. Gass, «For Freud, illnesses are “fathered”, often
literally; everything important about a person originates within the
family. The
first disappointment becomes the model for all future disappointments
[...]»8;
es el caso de Julia, que mirando a su condición y mirando después a
su hija teme que ésta herede su enfermedad, su situación enferma de
ama de casa, que ella ha heredado a su vez de su madre, como un
fantasma que se transmite de generación a generación.
Por lo que
concierne a Jorge y el Vitaminas, ellos intentan rebelarse de su
situación, pero al final se quedan atrapados. Lo que los conecta es
que ambos están solos, como en fin está sola Julia. La soledad
parece ser la condición humana, condición que Jorge ya había
aprendido desde su adolescencia, en sus primeros encuentros amorosos:
Jorge
habría querido, demasiado joven como era, que las suyas se hubieran
encontrado con las de la chica para entablar con el lenguaje de los
dedos un cierto tipo de comunicación sentimental que precediera al
desastre o al éxtasis. Pero ella no se lo permitió, sino que
directamente condujo su mano al centro de operaciones y con esta
actitud parecía decirle: no vayas a pensar que esto ha sido
propiamente un encuentro; los encuentros no existen más que en la
idea de la salvación, y nosotros, por unos años todavía, estamos
salvados sin necesidad de recurrir a tales subterfugios. Has de
aprender aún que sólo existen acciones paralelas, como cintas
continuas que moviéndose en sentidos opuestos con diferente ritmo
hacen de vez en cuando coincidir frente a frente dos partes
semejantes; tal vez ni eso, tal vez en una de las cintas la solercia
ha incrustado un espejo que cree poseer aquello que tan sólo
refleja.9
A esta soledad
se suma el peso de los modelos, que quitan a la personas el libre
albedrío. Los personajes parecen ahogarse en la realidad: «[...] el
triunfo de cualquier actividad placentera acababa pareciéndose tanto
a la realidad que se convertía en fracaso, ya que lo real es lo
cotidiano, es decir, lo impuesto»10.
Como
afirma Brad Epps:
What
Jorge understands, if anything, is that his innermost acts, his words
and gestures, are pre-scripted and externally imposed [...] Julia’s
part, already obscurely established, is to play the willing victim
whose alluring body fill in (for) the fulsome emptiness that Jorge
dreads (the “vision of the drowned man, of “El Vitaminas”).11
Los modelos ejercen su peso en
las personas, Julia es criticada por Jorge por escuchar aquellas
canciones de Julio Iglesias que hablan de amor y que empujan a sufrir
por amor, proporcionando un modelo, pero a su vez Jorge se da cuenta
de que él mismo es esclavo de los modelos sociales, así que no hay
salida. Escribe Fabián Gutiérrez:
Esa
generación que no ha vivido los últimos años de su vida sino que
ha imitado «la que creíamos que vivían los otros», a la que el
cine y las canciones proporcionaron modelos de comportamiento, y que
ha ido «como idiotas, inventando un pasado intenso y doloroso,
porque no sabemos disfrutar de nada, excepto del dolor»12
Todos los personajes se mueven
como cintas paralelas, sin comunicación, siguiendo sus modelos como
si fueran su destino.
El Vitaminas afirma que:
Las
pocas veces que he tenido la sensación de ser dueño de mí, de
dirigir mi propia suerte [...] coincidieron siempre con el desarrollo
de alguna actividad delictiva, y en consecuencia peligrosa [...] Pero
el delito [...] no se manifestaba en el hecho de escoger la
alternativa prohibida, sino en el descaro de pretender que hubiera
alternativa13
La sociedad
con la que este personaje se enfrenta está hecha por hombres que han
sido educados por la televisión y que aún se creen controladores de
la sociedad: lo que teme no es sólo la policía, sino «sus
contemporáneos, hábilmente educados por la televisión para
reconocer a un sospechoso o para interpretar la estela que los
sospechosos dejan inevitablemente tras de sí, porque en su situación
de fugitivo que no escapaba sólo de
las
redes de la policía oficial, sino de aquella otra más numerosa e
inmediata (porteros, oficinistas y conserjes)»14.
Luis con su actividad criminal choca contra el sistema, es un
outsider,
porque al mismo tiempo parece no poder y no querer integrarse:
[...]
tras la aceptación de que no tenía a dónde ir: que no era
inteligente, que las señales aceptadas hasta entonces por él y por
quienes le habían rodeado como muestras de un entendimiento superior
no habían sido otra cosa que las marcas de una torpeza alimentada
por un carácter singular, en cuyas raíces no había agudeza, ni
talento, ni siquiera esa capacidad medio cristiana de juzgar
rectamente que llamaban sindéresis, sino un hambre endémica, un
fracaso habitual también, y un deseo profundo —henchido por el
paso de varias generaciones— de cambiar de imagen, no a base de
sustituir la antigua, sino de suplantarla [...] Pero Luis, el
Vitaminas, se había preparado desde siempre para afrontar su
particularidad reconocida, su excesiva comprensión del mundo y de
las cosas; por eso ahora ignoraba cómo combatir su vulgaridad
manifiesta, mientras compraba dos barras de pan y subía por Hermanos
de Pablo, sin evitar la lluvia, hacia Alcalá.15
Desde su adolescencia el
Vitaminas había buscado la libertad, había chocado contra lo
impuesto, intentando liberarse de los modelos. Cuando tuvo que elegir
una mujer, estaba Julia, que era muy diferente de él en cuanto a
carácter, y Rosario, que se le parecía mucho. Eligió a Julia para
suplantar sus modelos, porque verse reflejado a sí mismo en su mujer
le resultaba insoportable. Toda su vida ha sido una lucha para salir
de sí mismo. Sin embargo, a pesar de todos estos esfuerzos para
romper con los modelos, para buscar la libertad de lo impuesto, el
percurso que Luis hace le lleva al fracaso. Todo lo que ha obtenido
es deambular por la calle, sin un lugar donde estar, expuesto a todo
tipo de sufrimiento. Ni siquiera logra salir de la ciudad, sino desde
la casa de su mujer hace un percurso circular que llega otra vez a la
casa de su mujer, donde lo encuentra y detiene la policía.
En esta obra Millás parece no
prospectar salidas de los modelos, de lo impuesto. Ninguno de estos
personajes logra encontrar la libertad, la independencia, mientras
asisten a la caída de sus valores. Lo que una vez los había unido,
les había dado una identidad, un esquema de valores, ahora parece
haber sido reemplazado por un vacío.
1
Brad
Epps, “Battered Bodies and Inadequate Meanings: Violence and
Disenchantment in Juan José Millás’s Visión
del Ahogado”,
Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies, Volume 5, 2001, p. 30
2
Fabian
Gutiérrez, Como
leer a Juan José Millás,
cit., p. 127
3
Brad
Epps, “Battered Bodies and Inadequate Meanings: Violence and
Disenchantment in Juan José Millás’s Visión
del Ahogado”,
cit., p. 30
4
Ibid,
p. 39
5
Ibid,
p. 45
6
Juan
José Millás, Visión
del Ahogado,
Punto de Lectura, Madrid, 2001, p. 18
7
Ibid,
p. 17
8
William
H. Gass, Tests
of Time – essays by William H. Gass,
The University of Chicago Press, United States of America. p. 9
9
Juan
José Millás, Visión
del Ahogado,
cit, p. 49, 50
10
Ibid,
p. 30
11
Brad
Epps, “Battered Bodies and Inadequate Meanings: Violence and
Disenchantment in Juan José Millás’s Visión
del Ahogado”,
cit., p. 41
12
Fabian
Gutiérrez, Como
leer a Juan José Millás,
cit., p. 127
13
Juan
José Millás, Visión
del Ahogado,
cit, p. 57
14
Ibid,
p. 68
15
Ibid,
p. 53, 54