Una primera
característica del juego es que es una actividad que de alguna
manera se diferencia de la “realidad”. Afirman Huizinga y Callois
que lo contrario del juego no es la seriedad, sino la realidad.
Escribe además
McLuhan:
I
nostri giochi preferiti non ci offrono forse una liberazione dalla
tirannide monopolistica della macchina sociale? [...] L’arte e i
giochi ci permettono di distaccarci dalle pressioni della routine e
della convenzione, di osservare e di dubitare1
Este es también un primer rasgo
del adulterio en las obras de Millás, o sea el hecho de estar
separado de la vida “real” – aunque lo “real” en el
posmodernismo parece ser nada más que un juego colectivo, aprobado y
a veces impuesto por la sociedad.
En Laura
y Julio,
por ejemplo, Manuel dice a su amante Laura que el adulterio
revoluciona el orden de las cosas, abre puertas que dan a lugares
peligrosos desde los cuales se puede organizar una sublevación de lo
establecido. Esta es la razón por la cual él no quiere casarse con
Laura, para no someterse al orden social, que para él no tiene
sentido.
También en El
desorden de tu nombre
se subraya este papel revolucionario del adulterio. Aquí una mujer,
Laura, está sometida a los intereses de su marido y obligada a
sacrificar sus aspiraciones para aventajar la carrera de él. A
través del adulterio, Laura reinventa la realidad: escribe cartas a
su amante donde lo reinventa, juega con las palabras mezclándolas y
descubriendo nuevas posibilidades. Será exactamente en este juego
que Laura se entrenará para enfrentarse con su vida “real”, y
crear un nuevo modelo, donde deja de ser el apéndice de su marido,
deja de hacer el papel de ama de casa en una familia patriarcal, mata
a su marido y empieza una nueva vida. El amante de Laura es Julio
Orgaz, otro personaje que ya en pasado había, como leemos, sido un
adúltero, aunque después su mujer había fallecido. Este personaje
sigue creando y recreando, escogiendo nuevas alternativas y
soluciones para la novela y el triángulo entre él, Laura y el
marido de ella. Este personaje es al mismo tiempo personaje y
escritor de El
desorden de tu nombre.
En Tonto,
muerto, bastardo e invisible
encontramos uno de los ejemplos más interesantes de adulterio. El
narrador ha sido despedido de su trabajo, y ahora que ya no es jefe
de los recursos humanos de una papelería estatal desahoga su
frustración bajando a un sex-shop. Allí traiciona a su mujer con
una prostituta china, que se convierte para el narrador en una amante
que encuentra con regularidad:
[...]
le pedí que se mojara, que mojara las bragas, vamos, para presenciar
un acontecimiento atmosférico y ella inclinó el rostro oriental y
al escupir con tino y rabia sobre las bragas estatales el escaparate
se puso algo sombrío, como la calle y el portal de mi infancia [...]
convirtió el conjunto en una nota musical como Dios manda, una nota
musical que envolví delicadamente en el papel de cocina estatal por
si se le escapaba algún jugo antes de tiempo, y, vaya, entonces le
pedí, siempre con gestos, a la china que se arrancara, rompiéndolas,
las bragas del Estado, porque eran de papel, como los tigres, y me
las pasara a través de la ranura. Ella lo hizo y yo me puse en la
boca los restos mojados del Estado y le pedí que fingiera
masturbarse [...]2
A través de la prostituta, el
narrador crea un juego que funciona como modelo dramático de su vida
real. Se destaca de lo que es su vida poniéndola en escena y
mirándola como si fuera un espectador. El Estado le había puesto al
narrador a trabajar en una papelería. De ahí el narrador mira a las
bragas de papel como a una producción del Estado, y las llama
“bragas estatales”, asignando en su juego a las bragas el papel
del Estado.
El narrador ve en la prostituta
china su doble, asignándole su papel. Vemos entonces que el narrador
mira una escena donde la china escupe con rabia sobre sus bragas,
aunque la rabia tendría que ser la del narrador, no la de la
prostituta. Al final el narrador destruye con gusto las bragas, como
si destruyera a quien le ha despedido – el Estado y sus
gobernantes.
Una segunda
característica del adulterio, que es consecuencia en parte de la
primera, es que los juegos requieren un lugar preestablecido, donde
vigen reglas propias y especiales. Afirma
Huizinga:
L’arena,
il tavolino da gioco, il cerchio magico, il tempio, la scena, lo
schermo cinematografico, il tribunale, tutti sono per forma e
funzione dei luoghi di gioco, cioè spazio delimitato, luoghi
segregati, cinti, consacrati sui quali valgono proprie e speciali
regole. Sono dei mondi provvisori entro il mondo ordinario, destinati
a compiere un’azione conchiusa in sé [...] Entro gli spazi
destinati al gioco, domina un ordine proprio e assoluto. [...] [il
gioco] Realizza nel mondo imperfetto e nella vita confusa una
perfezione temporanea, limitata. L’ordine imposto dal gioco è
assoluto. La minima deviazione da esso rovina il gioco [...]3
Callois dice algo similar: «In
tutti i casi, lo spazio del gioco è un universo precostituito
chiuso, protetto: uno spazio puro»4,
«Ogni gioco è un sistema di regole. Esse definiscono ciò che è o
non è gioco,
vale a dire il lecito e il vietato. Queste convenzioni sono al tempo
stesso arbitrarie, imperative e senza appello»5.
Se
habla de turnos, reglas y modelos, como escribe McLuhan:
L’arte
e i giochi hanno bisogno di regole, di convenzioni e di spettatori.
Per conservare il proprio carattere, il gioco deve astrarsi dalla
situazione generale ponendosi come un suo modello. Gioco, infatti,
nella vita come nella ruota, implica un’azione reciproca6
En Tonto,
muerto, bastardo e invisible
el lugar del adulterio – y del juego – es el sex-shop, donde
valen reglas especiales. Mientras el narrador acomete su adulterio
con la prostituta, se habla explícitamente de juego, de pacto entre
los jugadores y de turnos:
[...] había un
pacto implícito según el cual, cuando el juego alcanzaba un límite
determinado, ella se volvía hacia el lado del escaparate donde
permanecía yo y me gritaba:
-
¡Cerdo europeo!7
En Cuentos
de adúlteros desorientados
los lugares donde se encuentran los adúlteros, por extraños que
sean, son siempre los mismos: en un hotel, en un piso o en un
autobús, como escribe Millás «[...] cada uno de estos lugares
[donde se acomete el adulterio] es como una burbuja en cuyo interior
flotan dos personas que durante unas horas lograrán escapar a las
determinaciones del espacio y del tiempo»8.
Entre estos cuentos encontramos un ejemplo de reglas preestablecidas
en Un
hombre vicioso,
en un diálogo entre un adúltero y una prostituta:
El
hombre le pasó unos billetes y luego le dijo que le gustaría que
vieran la televisión cogidos de la mano durante un rato.
–
Imáginate –
añadió – que es un domingo por la tarde y que estamos en casa tú
y yo solos, sin niños, viendo la tele. – Ella se tensó un poco.
– ¿No
serás un perverso? – preguntó.
Él
le explicó que se pasaba la vida viajando, siempre de acá para
allá, y que de vez en cuando le gustaba fingir que se encontraba en
casa, junto a su esposa.
– Pues
mira, eso de la tele se lo pides a tu mujer. A nosotras se nos pide
un griego, un francés, en fin, cosas normales9
Aquí Millás
parece jugar invertiendo la relación entre marido y mujer. El
adúltero quiere reproducir la realidad conyugal en el juego.
Reproducir el mundo real en el juego es de hecho posible, ya lo hemos
visto, pero en este caso el juego específico que hace la prostituta
determina unos papeles concretos para los jugadores: instintos
sexuales en el cliente y satisfacción por parte de la prostituta. Lo
que pide el cliente entonces va en contra de las reglas y es una
perversión.
Hablando de modelos, vemos como
éstos, una vez establecidos arbitrariamente por los jugadores, se
fijan y tienden a permanecer en sus memorias, como afirma Huizinga:
Il
gioco si fissa subito come forma di cultura. Giocato una volta,
permane nel ricordo come una creazione o un tesoro dello spirito, è
tramandato, e può essere ripetuto in qualunque momento, sia subito
[...] sia anche dopo un lungo intervallo10
Vemos que, de
hecho, en las obras de Millás es muy raro que un adulterio se cumpla
una única vez. En Tonto,
muerto, bastardo e invisible,
por ejemplo, el narrador llega a incluir el adulterio con la
prostituta china en su rutina. En todos los cuentos de Cuentos
de adúlteros desorientados
el adulterio se da como algo cíclico, que se crea en una ocasión
para repetirse de manera cíclica en el tiempo. La pareja de
adúlteros es a menudo fija, y se instaura entre ellos una serie de
turnos, de convenciones, de costumbres que se fijan en su relación
clandestina.
Un ejemplo muy
significativo de creación de un ritual en un adulterio se da en Dos
mujeres en Praga.
En este libro hay un adúltero que tiene una relación con una mujer;
éstos planean las citas siempre en el mismo lugar, o sea en una
calle donde no despiertan sospechas, para dirigirse después juntos a
la habitación de la casa de ella, donde empiezan sus juegos
eróticos. Después de años el hombre vuelve a los mismos lugares
con la hija de su ex-amante, para cumplir otra vez todos los gestos
eróticos que cumplía con la madre.
De alguna
manera entonces, esta actividad adquiere un caracter ritual, como
sugiere Millás cuando habla del adulterio como vocación. Notamos
que de hecho ésta es otra característica que tiene en común el
adulterio con el juego, que «[...] in tutte le sue forme superiori,
in cui significhi o celebri qualche cosa, occupa un posto nella sfera
di festa e di culto, nella sfera sacra cioè»11.
Hablamos ahora
de incertidumbre, arbitrariedad y del hecho de que el juego no
produce ningún bien material. Dice
Huizinga que «Ogni gioco è anzitutto e soprattutto un atto libero.
Il gioco comandato non è più un gioco. Tutt’al piú può essere
la riproduzione obbligata di un gioco»12
y Callois que «Esso [il gioco] è, inoltre, un’attività incerta.
Il dubbio deve sussistere fino alla fine»13,
«[...] il gioco, infatti, non produce alcunché: né beni né opere.
A ogni nuova partita, giocassero pure per tutta la vita, i giocatori
si ritrovano a zero e nelle stesse condizioni che all’inizio»14.
El
juego entonces puede ser terminado cuando un jugador quiera, sin
preaviso ninguno, y puede ser empezado otra vez en cualquier momento.
El desarrollo del juego, después, depende de la gana de los
jugadores, que, establecidas unas reglas, pueden de común acuerdo
cambiarlas. Veamos por ejemplo un fragmento del cuento Adulterio,
donde el adúltero dice a su posible amante:
Te
digo esto porque estoy pensando en casarme de nuevo con mi actual
compañera, la forense, pues nos queremos mucho y nos apetece
formalizar la situación. O sea, que tengo en perspectiva un
matrimonio estable, sólido y, por tanto, una situación excepcional
para dedicarme al cultivo de la pasión adúltera. Lo que quería
proponerte es que la compartieras conmigo aceptando al fin que se
trata de una relación sin horizonte, como la vida misma, pero,
también como la vida, imprevisible y portentosa. Si estás de
acuerdo, escríbeme al apartado de correos que te indico al dorso y
negociamos15
Hay aquí un
contraste entre matrimonio, o sea una situación estable, relacionada
con la familia, con un núcleo social, y que por lo tanto conlleva
unas obligaciones, y el adulterio, visto como pasión, como actividad
recreativa que tiene su fin en sí misma, que no crea nada, que no
tiene horizonte.
En la
introducción de Cuentos
de adúlteros desorientados
Millás afirma que el adulterio es la base de la familia, es la base
sobre la que se sostiene la realidad. La realidad, con sus
contradicciones, se basa según Millás en el juego entonces. Todas
las normas y las costumbres, que se creen prestablecidas, han nacido
del juego, que parece ser la única cosa que tiene sentido, quizá,
paradójicamente, por el hecho de no tenerlo.
1
McLuhan,
Gli
Strumenti del Comunicare,
(1964), Milano, Il Saggiatore, 1967, IV edizione, 1974, p. 261
2
Juan
José Millás, Tonto,
muerto, bastardo e invisible,
México, Alfaguara, 1995, p. 84
3
J.
Huizinga, Homo
Ludens,
cit, p. 13, 14, 15
4
Roger
Callois, I
giochi e gli uomini,
Milano, Bompiani, 1995, p. 23
5
Ibid, p. 8
6
McLuhan,
Gli
Strumenti del Comunicare,
cit, p. 264
7
Juan
José Millás, Tonto,
muerto, bastardo e invisible,
cit, p. 69, 70
8
Juan
José Millás, Cuentos
de adúlteros desorientados,
DeBolsillo, Barcelona, 2007, p. 8
9
Ibid, p.
117, 118
10
J.
Huizinga, Homo
Ludens,
cit, 1946, p. 13
11
Ibid, 12,
13
12
Ibid, p.
10, 11
13
Roger
Callois, I
giochi e gli uomini,
cit, p. 23
14
Ibid,
p. 5
15
Juan
José Millás, Cuentos
de adúlteros desorientados,
cit., p. 93