4.1 – El valor del juego en el posmodernismo

Como afirma Patricia Waugh, el juego tiene mucha importancia en las obras literarias metafictivas1. Nosotros veremos el resultado del juego en su ápice: el posmodernismo, donde encontramos muchas alusiones al concepto de juego. No es raro, por ejemplo, que los personajes de Millás se pongan explícitamente a jugar, escenificando su vida real, construyendo una representación lúdica de lo que pasa en su vida. Un primer ejemplo lo encontramos en Laura y Julio, cuando Julio, que trabaja como constructor de escenarios, se pone a jugar con su padre al Monopoly, escenificando su trabajo real.
Esto puede ser debido a la caída de las certezas y de los esquemas sociales: por un lado, el juego, con su manera flexible y antidogmática de enfrentarse al mundo, puede llenar este vacío de puntos de referencia, y por otro se tiene la conciencia que todas las costumbres y los valores de la sociedad han nacido antes como juego, y después han ido institucionalizándose. Ya Nietzche, considerado padre de la filosofía de la duda, afirmaba que el hombre es un hombre sólo cuando juega.
El sociólogo Huizinga demuestra, observando el comportamiento de los animales y de los niños, que el juego es un elemento “absoluto”, perteneciente a todos los seres capaces de pensar, y que por esto se pone más allá de la civilización misma:

Ogni essere pensante può immediatamente rappresentarsi quella realtà: gioco, giocare, come qualcosa di specifico, di indipendente, anche se il suo idioma non avesse per esso una espressione generale2

Ya en el modernismo se dudaba de cada cosa dicha o escrita, y las palabras se veían como algo artificial; una vez que en el posmodernismo estas tendencias se han exacerbado, el juego se presenta a escritores como Millás3 como una manera de enfrentarse al idioma mismo, visto como una asociación arbitraria entre significante y significado, fruto de las metáforas, que no son nada más que un juego de palabras que permite el pasaje entre lo material – el objeto concreto – y lo espiritual – la idea abstracta que el hombre tiene del objeto4. Esto está muy presente en las obras de Millás, como por ejemplo El orden alfabético. Aquí el protagonista, pues es un personaje de un cuento, tiene la capacidad de entrar y salir de libros y enciclopedías, explorando el interior de éstos. Mientras es pequeño explora la enciclopedía y así explora el mundo. Una vez adulto, se mueve con soltura por las palabras de libros o grabaciones, en los que puede entrar y ver lo que se dice ya no como un conjunto de palabras, sino como un acontecimiento real. Al final el protagonista juega con la irrealidad de su historia, cometiendo adulterios imaginarios – ya que no está casado. La novela parece decirnos que la entera “realidad” está montada en un juego, uno de los mil posibles, y que una vez que ha aprendido a jugar, el hombre puede elegir la realidad que más le apetezca.
Una característica del posmodernismo, como ya hemos dicho, es la de poner en cuestión el concepto de autoridad. No hay nada que puede asegurarnos que los esquemas de valores morales del hombre es absoluto, que las reglas que nos impone la sociedad son justas, que una persona es criminal y la otra policía, que aquí es España y allá Dinamarca. Todos estos conceptos son realitivizados, son sólo una de las posibilidades que la sociedad ha elegido arbitrariamente durante su evolución. Las dos fuentes principales de autoridad – Dios y la patria – son consideradas por Millás entes ficticios:

Yo pienso que gran parte de los acontecimientos que nos han marcado son irreales. Todos estamos marcados por experiencias de ese tipo que luego hemos censurado, que no están incorporadas como tales porque hay una ley no escrita que dice que eso es irreal. Pero no solamente en la vida del individuo: en la vida de los colectivos la experiencia de lo imaginario también ha sido más importante que la experiencia de lo real. Las grandes matanzas de la humanidad se han producido por cosas irreales, como Dios, o la patria, o tantas otras. Lo que llamamos irreal -que yo creo que es una zona de la realidad, pero bueno- es más importante que lo real. A mí me interesan mucho estos temas [...]. Por otro lado, la realidad tampoco es algo dado. Normalmente se piensa que es una cosa estable, fija, no alterable, pero, en gran parte, es la lectura que hacemos de ella, y se pueden hacer muchas. También la realidad está en cuestión, yo creo que ahora más que nunca5

La realidad no se ve como algo fijo, sino como algo sujeto a lecturas diferentes. Mientras que el concepto de autoridad llevaba a una oposición clara entre juego, espíritu creativo y arbitrariedad de un lado, y realidad de otro, una vez caído el concepto de autoridad la realidad misma se presenta como el fruto de un juego, de unas reglas establecidas arbitrariamente. Como tal, la realidad es algo inventado, arbitrario, y por esto si no gusta se puede sin remordimientos reemplazar con otra “realidad”. Hay un cuento breve de Millás titulado “El juego y las reglas”, en el cual el autor toma en consideración la posibilidad de empezar desde cero la civilización humana, las costumbres de los hombres:

Si sumamos debidamente descontextualizadas las barbaridades llevadas a cabo a lo largo de la historia por los representantes, ni los conceptos, ni la realidad, no se salva nadie, nada. Somos unos salvajes, dicho está. Lo mejor sería empezar de nuevo la partida; cada uno se lleva sus muertos a casa, repartimos las cartas, y al primero que rompa las reglas del juego lo expulsamos de la partida para siempre6

Se ve aquí como la filosofía de Millás refleja perfectamente lo que decíamos anteriormente: la sociedad crea sus reglas, su cultura y sus instituciones a través del juego, pero el hombre, a pesar de todas sus máscaras y sus aparencias, sigue siendo salvaje. Si el juego jugado por la sociedad no nos gusta, entonces, se puede empezar otro – la literatura para Millás parece funcionar como convención lúdica alternativa.
Jugar es crear, y jugando con las palabras los autores crean las novelas y la humanidad crea su mundo imaginario al lado del mundo “real”. Para hacerlo, no se necesita ninguna autoridad, “fé” o demonstración, porque «Si possono negare quasi tutte le astrazioni: la giustizia, la bellezza, la verità, la bontà, lo spirito, Dio. Si può negare la serietà. Ma non il gioco»7. El juego por sí mismo no tiene nada que ver con las categorías de verdad y falsedad, bien y mal, justo o injusto: no hay moralidad, ni virtud, ni pecado. Lo veremos ahora con los adulterios.



1 «Metafictional novels [...] function through forms of radical decontextualisation. They deny the reader access to a centre of orientation such as a narrator or point of view, or a stable tension between 'fiction', 'dream', 'reality', 'vision', 'hallucination', 'truth', 'lies', etc. Naturalized or totalizing interpretation becomes impossible. The logic of the everyday world is replaced by forms of contradiction and discontinuity, radical shifts of context which suggest that 'reality' as well as 'fiction' is merely one more game with words» [Patricia Waugh, Metafiction, cit., p. 136, 137]
2 J. Huizinga, Homo Ludens, 1982 tercera edicción, Torino, Einaudi Editore, 1946 p. 6
3 Y, antes de Millás, el juego era visto como construcción de la realidad también por escritores modernistas como Cortazar.
4 Véase las teorías de Saussure, reelaboradas después por los linguistas y los sociólogos contemporáneos
5 http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/entrevista2.htm
6 Juan José Millás, “El juego y las reglas”, http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/cuerpo_050.htm
7 Ibid, p. 6