Intentamos ver aquí la capacidad
que puede tener la literatura, según Millás, de analizar y conocer
la realidad y de analizar y conocer a sí mismo.
Señalamos,
ante todo, que el problema del conocimiento de sí mismo es algo que
acompaña al hombre desde siempre. Desde la inscripción
en la
Grecia clásica, hasta La
gaya ciencia
de Nietsche, donde se puede encontrar la semilla de la filosofía de
Millás:
Conozco a no pocos
hombres, sí;
Mas quién yo mismo
soy, lo ignoro.
Torcida es – estoy
tan cerca de mí –
La
imagen que de mí elaboro.
¡Ojalá
estuviera yo más lejos de mí
[...]1
Vemos entonces que la literatura
para Millás ofrece algunos recursos especiales para “alejarse”
de lo que se quiere y no se puede conocer:
Efectivamente, la ironía y paradoja son recursos literarios que nos permiten acercarnos a temas muy duros sin rompernos. Enfrentarse a un tema duro con dureza creo que puede resultar insoportable.2
Millás habla
de la ironía como de una forma de conocimiento: «se ironiza sobre
todas las cosas en las que se cree y que son importantes para uno. No
creo que haya ninguna materia en la existencia que no sea ironizable,
la ironía me parece un modo de conocimiento de la realidad»3.
De hecho, si analizamos el significado de la ironía en filósofos
como Søren Kierkgaard4
o Frederich Nietsche, filósofos que son considerados padres del
posmodernismo, la capacidad de reírse de algo equivale en un nivel
más profundo a la capacidad de abstraerse de algo. Como esperaba
Nietsche, «tal vez, entonces, la risa se habrá aliado con la
sabiduría; tal vez, entonces, no habrá más que «gaya ciencia».
Por lo pronto, la cosa es muy distinta; por lo pronto, la comedia de
la existencia aún no ha «tomado conciencia» de sí misma, corren
todavía los tiempos de la tragedia, los tiempos de las morales y las
religiones»5.
La realidad a la que se enfrenta Millás, sobre todo en su primera
etapa literaria – el inmediato Post-franquismo – es caótica.
Millás ha crecido con la moral religiosa tradicional, su educación
ha sido impartida por los curas y los militares, y ahora en sus
libros se habla de gente que ha interiorizado el miedo franquista,
habla de desencanto, de soledad e incapacidad de comunicación, de
una vida que por sí misma no tiene sentido, como dice explícitamente
el personaje Luis en Visión
del Ahogado
(1977): «Y no es que vivr hubiera merecido la pena, sino que ya
estábamos vivos y parecía lógico actuar en consecuencia»6,
y repite el narrador de Lo
que sé de los hombrecillos,
treinta y tres años después: «La vida, el más preciado de todos,
era un regalo envenenado, absurdo, y sin embargo muy pocas personas
se la quitaban»7.
En esta etapa, que parece terminar con El
desorden de tu nombre
– aunque esta clasificación es arbitraria – Millás utiliza la
literatura para poner un espejo ante la realidad, y enseñar todo lo
sucio, toda la corrupción de la España transicional.
En su segunda
etapa (meta)literaria, Millás parece intentar abstraerse del mundo,
observarlo con una mirada externa, como la de un niño que ve las
cosas por lo que son en realidad, y no por el significado artificial
– o “económico”, como lo llama Millás – que han asignado
los hombres. Objetos como la escalera, por citar un ejemplo de Lo
que sé de los hombrecillos,
se convierten en una “curiosa construcción arquitectónica”8
si se miran desde un estado alterado – febril en este caso –,
que no mira al objeto según su función sino según su forma, como
hacen los niños. El mundo visto así parece absurdo, con reglas que
no tienen sentido, y de ahí la ironía, la paradoja, como cuando el
profesor de economía confiesa no haber entendido nunca esta
disciplina, porque de hecho no tiene sentido. El único consuelo que
le queda al autor es aquella sonrisa sarcástica, irónica, debida al
hecho de ver al mundo sin implicación emocional, sin afanes, con la
conciencia de quien ha escogido la trampa que está detrás de ello.
Desde este
punto de vista, lo fantástico funciona como punto de mirada externo,
porque permite al autor colocarse en un mundo ficticio y observar
desde este lugar externo la realidad. Para lograr esta mirada
externa, a menudo Millás afirma escribir desde un punto de vista
alterado, como por ejemplo el estado febril, o, como dice el narrador
de Lo
que sé de los hombrecillos,
« [...] aquella extrañeza familiar (valga la paradoja) que siempre
era bienvenida, pues resultaba enormemente creativa»9.
Esta es muy productiva en Lo
que sé de los hombrecillos,
porque le permite al narrador ver a los hombrecillos, y de hecho el
mismo autor afirma en una entrevista que «La fiebre es una realidad
mental. Un estado que te permite acceder al alma de las cosas, a
otras instancias de la realidad que existen pero que no las vemos
porque están acorazadas, aunque la fiebre rompe esa barrera
abriéndote un mundo fascinante, una realidad que usualmente se
desconoce»10.
Otros estados mentales alterados de los que ha hablado Millás son el
provocado por el hachís, que aparece en La
soledad era esto,
y que el autor ha afirmado haber utilizado para escribir, pero con
escaso resultado, y el provocado por los fármacos en general, de los
que el autor habla a menudo en sus articuentos.
En Lo
que sé de los hombrecillos
es posibile notar esta atracción por las nuevas perspectivas cuando
el narrador, mirando al bogavante cortado en dos, reflexiona sobre la
posibilidad de separarse de su cuerpo:
Recordé
haber leído no sabía dónde que en las decapitaciones la cabeza
cortada conservaba durante unos segundos todas sus funciones. ¿Cómo
sería la sensación de no pertenecer ya a un cuerpo? ¿Qué sentiría
esa cabeza al contemplar el mundo desde la perspectiva de un fruta
grande y pesada, caída al suelo de cualquier modo? En el caso del
bogavante, las funciones vitales se mantuvieron en las dos mitades de
su organismo incluso un rato después de que les arrojara sobre la
plancha [...]11
Notamos como
se expresa explícitamente la curiosidad por cómo se contemplaría
el mundo desde otra perspectiva, y señalamos además que en otra
obra, No
mires debajo de la cama,
Millás de hecho ha insertado en el cuento una parte donde en lugar
de los hombres los protagonistas son los zapatos de los personajes,
zapatos que miran el mundo desde su punto de vista excéntrico.
Una vez contemplado el mundo
desde otra perspectiva, el paso siguiente que hace el autor es
mirarse a sí mismo, y a su vida en este mundo absurdo.
Lo que sé
de los hombrecillos,
como hemos visto, es un relato concentrado en un aspecto de la vida
del narrador: la presencia de los hombrecillos.
Millás, como
afirma en sus entrevistas, convierte sus memorias, especialmente
infantiles, en material narrativo, con el intento de encontrar un
sentido en sus recuerdos. Su pasado lo define como un periodo
difícil, un periodo de conflictos con la realidad de la que se ha
fugado a menudo a través de la imaginación, imaginación que, junto
a su mirada ingenua infantil, ha rechazado dejar en la madurez12:
Y
por eso me hice escritor, porque se escribe desde la extrañeza del
conflicto. Si uno no tiene extrañeza del mundo no se hace escritor.
Se empieza a escribir y a leer para entender. Un chico que está bien
no lee ni escribe.13
Si resumimos las entrevistas de
Millás sobre escritura y memoria, obtenemos el siguiente esquema.
Se lee y se
escribe para entender, entender el mundo y sobre todo entenderse a
uno mismo, al propio pasado, porque en la infancia se construyen los
cimientos donde se sigue edificando la propia identidad, la propia
subjetividad14.
Es en esta etapa cuando las vivencias personales y la percepción
del mundo comienzan a dar a las personas el sentido de lo que es,
donde se encuentran los momentos decisivos para que uno entienda lo
que ha sido15.
Pero las memorias que uno tiene tienen que ser trabajadas para que
adquieran un significado, porque la
memoria, por si misma, no sirve para descubrir las cosas, sino para
encubrirlas16.
Hay una
metáfora interesante de este concepto de excavar en el pasado en la
autobiografía novelada de Millás, o sea en El
mundo:
[...]
como el bisturi eléctrico de mi padre, que hería y cauterizaba la
herida al mismo tiempo. Sueño a veces con una escritura que me hunda
y me eleve, que me enferme y me cure, que me mate y me dé la vida.17
Se habla de la
escritura entendida «como una forma de autoanálisis, de
autoconocimiento»18,
como algo que duele en el momento que abre una herida en el pasado
pero que al mismo tiempo cura un mal que ha quedado sumergido en las
memorias. Es un procedimiento psicoanalítico que ya había sido
estudiado por el psicólogo Breuer, antes de ser retomado por Freud.
La ventaja
fundamental que tiene la literatura, con respecto a enfrentarse
directamente a los recuerdos traumáticos, es que hace la realidad
más digerible, permite excavar en el pasado con una actidud más
fría, sin involucrarse emotivamente. Como se afirma en el cuento
Elaboración
de productos:
«escribir no es más que tomar la materia prima de la realidad y
convertirla en literatura para hacerla más digerible»19.
Volviendo a la comparación de Millás de la escritura como un
bisturi eléctrico, si la realidad representa la vida del autor, la
literatura puede ser una manera de alejarse de ella mientras se la
mira, como un cirujano tiene que alejarse emocionalmente cuando opera
a un paciente.
La mirada del
autor puede ser entonces una mirada externa sobre sus alter-egos
autobiográficos, más allá de un filtro deformador. En Lo
que sé de los hombrecillos,
por ejemplo, el autor se desdobla, crea un narrador-protagonista que
se le parece pero no es él. Todas las emociones, positivas o
negativas, ya no pertenecen a Juan José Millás, sino a ese
narrador.
Una vez que el autor ha creado su
doble a través de la literatura, tiene la posibidad de focalizarse
en el análisis de este doble, aprendiendo a conocerlo. Afirma Millás
en una entrevista:
El
desdoblamiento es un acto de conocimiento. No sabemos quienes somos
hasta que no sabemos quién es el otro20
Casos de
“desdoblamiento” de este tipo abundan en la literatura de Millás.
En Volver
a casa
hay dos personajes gemelos que se llaman Juan y José, y parecen
representar, como afirma Fabián Gutiérrez, Millás como hombre y
Millás como escritor. Otro ejemplo se da en una entrevista sobre
Laura
y Julio,
donde Millás explica como el personaje Julio tiene un doble. Este es
su vecino, Manuel, que en realidad está en coma desde el principio
del libro, pero que durante toda la novela actua para Julio como un
alter
ego.
Es significativo por ejemplo el hecho de que Julio tenga el piso
igual al del vecino, con una disposición de los cuartos especular a
la suya, y que la pared en común entre los pisos tenga un espejo. El
recorrido de Julio es el de entrar en el piso de su doble, ponerse su
ropa y descubrir así a “el otro”, acabándose de descubrir de
esta manera a sí mismo. Si buscamos en los articuentos, encontramos
una situación de este tipo, que Millás llama “espejismo”, en
“La
acera de enfrente”, donde se dice que «No es raro que lo que más
deseamos esté al lado mismo de nosotros y, sin embargo, no sepamos
cómo acceder a ello»21,
y remarca «Las cosas que se encuentran al otro lado de las vías de
circunvalación son un puro espejismo, una ilusión óptica»22.
Un caso de espejismo singular se da en La
soledad era esto,
donde la protagonista, Elena, paga a un detective para que escriba
informes sobre lo que ella hace durante el día, y lee el diario de
su madre difunta que habla de ella; de esta manera, se ve a si misma
reflejada en la escritura de otros.
Otra metáfora que utiliza Millás es la “sombra”, que de hecho
no es más que la imagen de los objetos reflejada fuera de éstos. En
una entrevista se le preguntó si la ficción es la sombra de la
realidad, y él contestó que sí, «y la cuenta mucho mejor que la
realidad misma. La sombra es mayor que nuestro volumen y cuenta lo
que somos. La ficción se inventa para contar la realidad y sus
posibilidades»23.
En general, podemos entender el
espejismo como la necesidad que tiene el hombre de reflejar su imagen
en un “espejo”, que puede estar hecho de palabras, de sombra o de
cualquiera cosa, para mirarse, ya que es imposible verse
directamente.
En Lo
que sé de los hombrecillos hay
más de una relación de especularidad: el autor crea su doble con el
narrador, que a su vez crea su doble con el hombrecillo.
Entre narrador
y hombrecillo hay una relación bastante singular: «De hecho, cada
uno llevaba su vida (es un decir, vivíamos la misma vida
simultáneamente aunque desde lugares distintos)»24;
como se relata, viven la misma vida, es el punto de vista el que es
diferente, o sea es diferente el lugar desde el cual se mira la
realidad:
Puedo
decir que vi el mundo (mi mundo) desde perspectivas asombrosas. Es
más, me vi a mí mismo desde la lámpara del techo, sentado en el
sofá del salón, leyendo el periódico. Me vi también en el cuarto
de baño, afeitándome, desde la alcachofa de la ducha [...] Digo que
me vi por una insuficiencia del lenguaje para describir la situación,
pues la verdad es que yo era simultáneamente quien leía el
periódico y quien recorría la lámpara, quien se afeitaba y
exploraba los bordes de la alcachofa [...]25
La posición del hombrecillo le
permite descubrir al narrador unos aspectos de su casa – a lo mejor
de su existencia – que antes habían quedado escondidos. Mientras
el narrador afirma limpiar a menudo su casa, que tiene un buen nivel
de higiene, el hombrecillo, desde su posición, le enseña lo
contrario:
Pues
bien, desde la perspectiva del hombrecillo, la casa se encontraba
sucia, incluso muy sucia. Tenía que evitar, por ejemplo, los bordes
de las patas del sofá y de los muebles grandes en general, pues
estaban llenos de un polvo antiguo [...]26
La suciedad
que se acumula en los rincones de la casa es una metáfora que Millás
ya había utilizado en Visión
del ahogado
por ejemplo, cuando afirma que la vida está llena de aquellos
«aspectos más desgradables de la existencia que no sin habilidad
logramos ocultar a la vista y a la razón [...] la suciedad, por
ejemplo»27.
Se habla de la suciedad de las esquinas de la que a menudo la gente
logra no darse cuenta. Esta suciedad puede intenderse también como
una suciedad moral, o de costumbres. Si por un lado el protagonista
de Lo
que sé de los hombrecillos
se presenta como una persona que cuida mucho de la casa, o sea como
una persona limpia – fuera y dentro –, el hombrecillo con su
aparición pone en evidencia aquellos aspectos de la existencia del
narrador que antes habían sido ocultados, como por ejemplo los
vicios de fumar, de beber, las perversiones sexuales y los instintos
homicidas.
Después de haber desarrollado su
existencia con el hombrecillo a su lado, el narrador admite que toda
su vida ha sido un entrar y salir en un túnel de perdiciones:
Observada
mi vida con la perspectiva de los años, advertí que en ella se
habían desde siempre los estados de paz con los de agitación. Desde
la agitación, añoraba la paz y, desde la paz, la agitación. Ahora,
de haber podido elegir, y dado que me había acercado tanto al
precipicio, habría eligido la paz, pero tampoco estoy muy seguro.28
La experiencia
del hombrecillo es entonces una experiencia de autoconocimiento para
el narrador, una experiencia que le hace reflexionar sobre su vida
desde otro punto de vista, que le permite verse desde fuera por fin.
Los autoengaños, las coartadas, caen, ve finalmente el lado más
oscuro de la vida, lo ve en otro – en el hombrecillo – de manera
que logra analizarlo – y analizarse – de una manera más objetiva
y fría.
1
Frederich
Nietsche, La
gaya ciencia,
Madrid, Ediciones Akal, 2009, p. 44
2
http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/62453
3
http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/entrevista4.htm
4
Véase
Søren Kierkgaard, Sul
Concetto di Ironia in riferimento costante a Socrate,
Edizioni Angelo Guerini e Associati, Milano, 1989
5
Frederich
Nietsche, La
gaya ciencia,
cit., p. 58
6
Juan
José Millás, Visión
del Ahogado,
Madrid, Punto de Lectura, 2001, p. 55
7
Juan
José Millás, Lo
que sé de los hombrecillos,
cit., p. 128
8
Ibid.,
p. 122, 123
9
Ibid,
p. 13, 14
10
http://www.revistamercurio.es/index.php/revistas-mercurio-2007/mercurio-96/66-20-entrevista-con-juan-jose-millas-
11
Juan
José Millás, Lo
que sé de los hombrecillos,
cit., p. 176
12
«Un
niño no puede fugarse físicamente pero sí que puede hacerlo a
través de la imaginación que le permite ver otras dimensiones de
la realidad que hacen que le resulte extraña y llena de cosas
imprevistas que resultan fabulosas. Su mirada ingenua elimina las
limitaciones porque no está culturalizada y le resulta más fácil
explorar y descubrir esas otras facetas de la realidad. Hacerse
adulto consiste en despojarse de esa facultad. En cambio el escritor
acaba viviendo de esas realidades que le siguen resultando extrañas
porque están sujetas a la ingenuidad de su mirada y a la
utilización de los mecanismos de perversidad que le facilitan
articular esos materiales de la vida. Si no lo hiciese sería una
persona previsible»
[http://www.revistamercurio.es/index.php/revistas-mercurio-2007/mercurio-96/66-20-entrevista-con-juan-jose-millas-]
13
http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/62453
14
«[...]
en esas edades [la infancia] se construyen los cimientos de nuestra
identidad. Y esto es como un edificio, donde los cimientos son
cruciales, aunque no se vean. Además, lo que llamamos identidad,
subjetividad, es una edificación y regresar a la infancia para
saber qué sucedió en ese tiempo equivale a bajar al sótano, lugar
en el que se ven los cimientos»
[http://carlosmsotomayor.blogspot.com/2008/05/entrevista-juan-jos-mills.html]
15
«La
infancia es muy importante para entender lo que somos. Esos son los
años en los que uno construye la subjetividad que nunca se acaba de
construir y donde las vivencias emocionales y la percepción del
mundo comienzan a darte el sentido de lo que eres. En la infancia es
donde se encuentran los momentos decisivos para entender lo que has
sido»[http://www.revistamercurio.es/index.php/revistas-mercurio-2007/mercurio-96/66-20-entrevista-con-juan-jose-millas-]
16
«Habitualmente
creemos que la memoria sirve para descubrir cosas, y es mentira: la
memoria sirve para encubrir. La memoria la heredamos, gran parte de
las cosas que recordamos creyendo que son recuerdos propios son
recuerdos ajenos que hemos incorporado como propios. Y todo eso hay
que dinamitarlo, hay que trabajarlo para que sea significativo».
[http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/entrevista2.htm]
17
Juan
José Millás, El
mundo,
Barcelona, Planeta, 2008, p. 16
18
http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/62453
19
Juan
José Millás, Los
objetos nos llaman,
cit., p. 27
20
http://blogs.periodistadigital.com/mosaico.php/2007/05/06/entrevista_juan_jose_millas_escribidor_d
21
Juan
José Millás, “La acera de enfrente”,
http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/
22
Ibid
23
http://www.revistamercurio.es/index.php/revistas-mercurio-2007/mercurio-96/66-20-entrevista-con-juan-jose-millas-
24
Juan
José Millás, Lo
que sé de los hombrecillos,
cit., p. 34
25
Ibid,
p. 33, 34
26
Ibid,
p. 57
27
Juan
José Millás, Visión
del Ahogado,
cit., p. 11
28
Juan
José Millás, Lo
que sé de los hombrecillos,
cit., p. 164