2.2.2 – Psicoanálisis y literatura

Intentamos ver aquí la capacidad que puede tener la literatura, según Millás, de analizar y conocer la realidad y de analizar y conocer a sí mismo.
Señalamos, ante todo, que el problema del conocimiento de sí mismo es algo que acompaña al hombre desde siempre. Desde la inscripción  en la Grecia clásica, hasta La gaya ciencia de Nietsche, donde se puede encontrar la semilla de la filosofía de Millás:

Conozco a no pocos hombres, sí;
Mas quién yo mismo soy, lo ignoro.
Torcida es – estoy tan cerca de mí –
La imagen que de mí elaboro.
¡Ojalá estuviera yo más lejos de mí [...]1

Vemos entonces que la literatura para Millás ofrece algunos recursos especiales para “alejarse” de lo que se quiere y no se puede conocer:

Efectivamente, la ironía y paradoja son recursos literarios que nos permiten acercarnos a temas muy duros sin rompernos. Enfrentarse a un tema duro con dureza creo que puede resultar insoportable.2

Millás habla de la ironía como de una forma de conocimiento: «se ironiza sobre todas las cosas en las que se cree y que son importantes para uno. No creo que haya ninguna materia en la existencia que no sea ironizable, la ironía me parece un modo de conocimiento de la realidad»3. De hecho, si analizamos el significado de la ironía en filósofos como Søren Kierkgaard4 o Frederich Nietsche, filósofos que son considerados padres del posmodernismo, la capacidad de reírse de algo equivale en un nivel más profundo a la capacidad de abstraerse de algo. Como esperaba Nietsche, «tal vez, entonces, la risa se habrá aliado con la sabiduría; tal vez, entonces, no habrá más que «gaya ciencia». Por lo pronto, la cosa es muy distinta; por lo pronto, la comedia de la existencia aún no ha «tomado conciencia» de sí misma, corren todavía los tiempos de la tragedia, los tiempos de las morales y las religiones»5. La realidad a la que se enfrenta Millás, sobre todo en su primera etapa literaria – el inmediato Post-franquismo – es caótica. Millás ha crecido con la moral religiosa tradicional, su educación ha sido impartida por los curas y los militares, y ahora en sus libros se habla de gente que ha interiorizado el miedo franquista, habla de desencanto, de soledad e incapacidad de comunicación, de una vida que por sí misma no tiene sentido, como dice explícitamente el personaje Luis en Visión del Ahogado (1977): «Y no es que vivr hubiera merecido la pena, sino que ya estábamos vivos y parecía lógico actuar en consecuencia»6, y repite el narrador de Lo que sé de los hombrecillos, treinta y tres años después: «La vida, el más preciado de todos, era un regalo envenenado, absurdo, y sin embargo muy pocas personas se la quitaban»7. En esta etapa, que parece terminar con El desorden de tu nombre – aunque esta clasificación es arbitraria – Millás utiliza la literatura para poner un espejo ante la realidad, y enseñar todo lo sucio, toda la corrupción de la España transicional.
En su segunda etapa (meta)literaria, Millás parece intentar abstraerse del mundo, observarlo con una mirada externa, como la de un niño que ve las cosas por lo que son en realidad, y no por el significado artificial – o “económico”, como lo llama Millás – que han asignado los hombres. Objetos como la escalera, por citar un ejemplo de Lo que sé de los hombrecillos, se convierten en una “curiosa construcción arquitectónica”8 si se miran desde un estado alterado – febril en este caso –, que no mira al objeto según su función sino según su forma, como hacen los niños. El mundo visto así parece absurdo, con reglas que no tienen sentido, y de ahí la ironía, la paradoja, como cuando el profesor de economía confiesa no haber entendido nunca esta disciplina, porque de hecho no tiene sentido. El único consuelo que le queda al autor es aquella sonrisa sarcástica, irónica, debida al hecho de ver al mundo sin implicación emocional, sin afanes, con la conciencia de quien ha escogido la trampa que está detrás de ello.
Desde este punto de vista, lo fantástico funciona como punto de mirada externo, porque permite al autor colocarse en un mundo ficticio y observar desde este lugar externo la realidad. Para lograr esta mirada externa, a menudo Millás afirma escribir desde un punto de vista alterado, como por ejemplo el estado febril, o, como dice el narrador de Lo que sé de los hombrecillos, « [...] aquella extrañeza familiar (valga la paradoja) que siempre era bienvenida, pues resultaba enormemente creativa»9. Esta es muy productiva en Lo que sé de los hombrecillos, porque le permite al narrador ver a los hombrecillos, y de hecho el mismo autor afirma en una entrevista que «La fiebre es una realidad mental. Un estado que te permite acceder al alma de las cosas, a otras instancias de la realidad que existen pero que no las vemos porque están acorazadas, aunque la fiebre rompe esa barrera abriéndote un mundo fascinante, una realidad que usualmente se desconoce»10. Otros estados mentales alterados de los que ha hablado Millás son el provocado por el hachís, que aparece en La soledad era esto, y que el autor ha afirmado haber utilizado para escribir, pero con escaso resultado, y el provocado por los fármacos en general, de los que el autor habla a menudo en sus articuentos.
En Lo que sé de los hombrecillos es posibile notar esta atracción por las nuevas perspectivas cuando el narrador, mirando al bogavante cortado en dos, reflexiona sobre la posibilidad de separarse de su cuerpo:

Recordé haber leído no sabía dónde que en las decapitaciones la cabeza cortada conservaba durante unos segundos todas sus funciones. ¿Cómo sería la sensación de no pertenecer ya a un cuerpo? ¿Qué sentiría esa cabeza al contemplar el mundo desde la perspectiva de un fruta grande y pesada, caída al suelo de cualquier modo? En el caso del bogavante, las funciones vitales se mantuvieron en las dos mitades de su organismo incluso un rato después de que les arrojara sobre la plancha [...]11

Notamos como se expresa explícitamente la curiosidad por cómo se contemplaría el mundo desde otra perspectiva, y señalamos además que en otra obra, No mires debajo de la cama, Millás de hecho ha insertado en el cuento una parte donde en lugar de los hombres los protagonistas son los zapatos de los personajes, zapatos que miran el mundo desde su punto de vista excéntrico.
Una vez contemplado el mundo desde otra perspectiva, el paso siguiente que hace el autor es mirarse a sí mismo, y a su vida en este mundo absurdo.
Lo que sé de los hombrecillos, como hemos visto, es un relato concentrado en un aspecto de la vida del narrador: la presencia de los hombrecillos.
Millás, como afirma en sus entrevistas, convierte sus memorias, especialmente infantiles, en material narrativo, con el intento de encontrar un sentido en sus recuerdos. Su pasado lo define como un periodo difícil, un periodo de conflictos con la realidad de la que se ha fugado a menudo a través de la imaginación, imaginación que, junto a su mirada ingenua infantil, ha rechazado dejar en la madurez12:

Y por eso me hice escritor, porque se escribe desde la extrañeza del conflicto. Si uno no tiene extrañeza del mundo no se hace escritor. Se empieza a escribir y a leer para entender. Un chico que está bien no lee ni escribe.13

Si resumimos las entrevistas de Millás sobre escritura y memoria, obtenemos el siguiente esquema.
Se lee y se escribe para entender, entender el mundo y sobre todo entenderse a uno mismo, al propio pasado, porque en la infancia se construyen los cimientos donde se sigue edificando la propia identidad, la propia subjetividad14. Es en esta etapa cuando las vivencias personales y la percepción del mundo comienzan a dar a las personas el sentido de lo que es, donde se encuentran los momentos decisivos para que uno entienda lo que ha sido15. Pero las memorias que uno tiene tienen que ser trabajadas para que adquieran un significado, porque la memoria, por si misma, no sirve para descubrir las cosas, sino para encubrirlas16.
Hay una metáfora interesante de este concepto de excavar en el pasado en la autobiografía novelada de Millás, o sea en El mundo:

[...] como el bisturi eléctrico de mi padre, que hería y cauterizaba la herida al mismo tiempo. Sueño a veces con una escritura que me hunda y me eleve, que me enferme y me cure, que me mate y me dé la vida.17

Se habla de la escritura entendida «como una forma de autoanálisis, de autoconocimiento»18, como algo que duele en el momento que abre una herida en el pasado pero que al mismo tiempo cura un mal que ha quedado sumergido en las memorias. Es un procedimiento psicoanalítico que ya había sido estudiado por el psicólogo Breuer, antes de ser retomado por Freud.
La ventaja fundamental que tiene la literatura, con respecto a enfrentarse directamente a los recuerdos traumáticos, es que hace la realidad más digerible, permite excavar en el pasado con una actidud más fría, sin involucrarse emotivamente. Como se afirma en el cuento Elaboración de productos: «escribir no es más que tomar la materia prima de la realidad y convertirla en literatura para hacerla más digerible»19. Volviendo a la comparación de Millás de la escritura como un bisturi eléctrico, si la realidad representa la vida del autor, la literatura puede ser una manera de alejarse de ella mientras se la mira, como un cirujano tiene que alejarse emocionalmente cuando opera a un paciente.
La mirada del autor puede ser entonces una mirada externa sobre sus alter-egos autobiográficos, más allá de un filtro deformador. En Lo que sé de los hombrecillos, por ejemplo, el autor se desdobla, crea un narrador-protagonista que se le parece pero no es él. Todas las emociones, positivas o negativas, ya no pertenecen a Juan José Millás, sino a ese narrador.
Una vez que el autor ha creado su doble a través de la literatura, tiene la posibidad de focalizarse en el análisis de este doble, aprendiendo a conocerlo. Afirma Millás en una entrevista:

El desdoblamiento es un acto de conocimiento. No sabemos quienes somos hasta que no sabemos quién es el otro20

Casos de “desdoblamiento” de este tipo abundan en la literatura de Millás. En Volver a casa hay dos personajes gemelos que se llaman Juan y José, y parecen representar, como afirma Fabián Gutiérrez, Millás como hombre y Millás como escritor. Otro ejemplo se da en una entrevista sobre Laura y Julio, donde Millás explica como el personaje Julio tiene un doble. Este es su vecino, Manuel, que en realidad está en coma desde el principio del libro, pero que durante toda la novela actua para Julio como un alter ego. Es significativo por ejemplo el hecho de que Julio tenga el piso igual al del vecino, con una disposición de los cuartos especular a la suya, y que la pared en común entre los pisos tenga un espejo. El recorrido de Julio es el de entrar en el piso de su doble, ponerse su ropa y descubrir así a “el otro”, acabándose de descubrir de esta manera a sí mismo. Si buscamos en los articuentos, encontramos una situación de este tipo, que Millás llama “espejismo”, en “La acera de enfrente”, donde se dice que «No es raro que lo que más deseamos esté al lado mismo de nosotros y, sin embargo, no sepamos cómo acceder a ello»21, y remarca «Las cosas que se encuentran al otro lado de las vías de circunvalación son un puro espejismo, una ilusión óptica»22. Un caso de espejismo singular se da en La soledad era esto, donde la protagonista, Elena, paga a un detective para que escriba informes sobre lo que ella hace durante el día, y lee el diario de su madre difunta que habla de ella; de esta manera, se ve a si misma reflejada en la escritura de otros. Otra metáfora que utiliza Millás es la “sombra”, que de hecho no es más que la imagen de los objetos reflejada fuera de éstos. En una entrevista se le preguntó si la ficción es la sombra de la realidad, y él contestó que sí, «y la cuenta mucho mejor que la realidad misma. La sombra es mayor que nuestro volumen y cuenta lo que somos. La ficción se inventa para contar la realidad y sus posibilidades»23.
En general, podemos entender el espejismo como la necesidad que tiene el hombre de reflejar su imagen en un “espejo”, que puede estar hecho de palabras, de sombra o de cualquiera cosa, para mirarse, ya que es imposible verse directamente.
En Lo que sé de los hombrecillos hay más de una relación de especularidad: el autor crea su doble con el narrador, que a su vez crea su doble con el hombrecillo.
Entre narrador y hombrecillo hay una relación bastante singular: «De hecho, cada uno llevaba su vida (es un decir, vivíamos la misma vida simultáneamente aunque desde lugares distintos)»24; como se relata, viven la misma vida, es el punto de vista el que es diferente, o sea es diferente el lugar desde el cual se mira la realidad:

Puedo decir que vi el mundo (mi mundo) desde perspectivas asombrosas. Es más, me vi a mí mismo desde la lámpara del techo, sentado en el sofá del salón, leyendo el periódico. Me vi también en el cuarto de baño, afeitándome, desde la alcachofa de la ducha [...] Digo que me vi por una insuficiencia del lenguaje para describir la situación, pues la verdad es que yo era simultáneamente quien leía el periódico y quien recorría la lámpara, quien se afeitaba y exploraba los bordes de la alcachofa [...]25

La posición del hombrecillo le permite descubrir al narrador unos aspectos de su casa – a lo mejor de su existencia – que antes habían quedado escondidos. Mientras el narrador afirma limpiar a menudo su casa, que tiene un buen nivel de higiene, el hombrecillo, desde su posición, le enseña lo contrario:

Pues bien, desde la perspectiva del hombrecillo, la casa se encontraba sucia, incluso muy sucia. Tenía que evitar, por ejemplo, los bordes de las patas del sofá y de los muebles grandes en general, pues estaban llenos de un polvo antiguo [...]26

La suciedad que se acumula en los rincones de la casa es una metáfora que Millás ya había utilizado en Visión del ahogado por ejemplo, cuando afirma que la vida está llena de aquellos «aspectos más desgradables de la existencia que no sin habilidad logramos ocultar a la vista y a la razón [...] la suciedad, por ejemplo»27. Se habla de la suciedad de las esquinas de la que a menudo la gente logra no darse cuenta. Esta suciedad puede intenderse también como una suciedad moral, o de costumbres. Si por un lado el protagonista de Lo que sé de los hombrecillos se presenta como una persona que cuida mucho de la casa, o sea como una persona limpia – fuera y dentro –, el hombrecillo con su aparición pone en evidencia aquellos aspectos de la existencia del narrador que antes habían sido ocultados, como por ejemplo los vicios de fumar, de beber, las perversiones sexuales y los instintos homicidas.
Después de haber desarrollado su existencia con el hombrecillo a su lado, el narrador admite que toda su vida ha sido un entrar y salir en un túnel de perdiciones:

Observada mi vida con la perspectiva de los años, advertí que en ella se habían desde siempre los estados de paz con los de agitación. Desde la agitación, añoraba la paz y, desde la paz, la agitación. Ahora, de haber podido elegir, y dado que me había acercado tanto al precipicio, habría eligido la paz, pero tampoco estoy muy seguro.28

La experiencia del hombrecillo es entonces una experiencia de autoconocimiento para el narrador, una experiencia que le hace reflexionar sobre su vida desde otro punto de vista, que le permite verse desde fuera por fin. Los autoengaños, las coartadas, caen, ve finalmente el lado más oscuro de la vida, lo ve en otro – en el hombrecillo – de manera que logra analizarlo – y analizarse – de una manera más objetiva y fría.



1 Frederich Nietsche, La gaya ciencia, Madrid, Ediciones Akal, 2009, p. 44
2 http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/62453
3 http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/entrevista4.htm
4 Véase Søren Kierkgaard, Sul Concetto di Ironia in riferimento costante a Socrate, Edizioni Angelo Guerini e Associati, Milano, 1989
5 Frederich Nietsche, La gaya ciencia, cit., p. 58
6 Juan José Millás, Visión del Ahogado, Madrid, Punto de Lectura, 2001, p. 55
7 Juan José Millás, Lo que sé de los hombrecillos, cit., p. 128
8 Ibid., p. 122, 123
9 Ibid, p. 13, 14
10 http://www.revistamercurio.es/index.php/revistas-mercurio-2007/mercurio-96/66-20-entrevista-con-juan-jose-millas-
11 Juan José Millás, Lo que sé de los hombrecillos, cit., p. 176
12 «Un niño no puede fugarse físicamente pero sí que puede hacerlo a través de la imaginación que le permite ver otras dimensiones de la realidad que hacen que le resulte extraña y llena de cosas imprevistas que resultan fabulosas. Su mirada ingenua elimina las limitaciones porque no está culturalizada y le resulta más fácil explorar y descubrir esas otras facetas de la realidad. Hacerse adulto consiste en despojarse de esa facultad. En cambio el escritor acaba viviendo de esas realidades que le siguen resultando extrañas porque están sujetas a la ingenuidad de su mirada y a la utilización de los mecanismos de perversidad que le facilitan articular esos materiales de la vida. Si no lo hiciese sería una persona previsible» [http://www.revistamercurio.es/index.php/revistas-mercurio-2007/mercurio-96/66-20-entrevista-con-juan-jose-millas-]
13 http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/62453
14 «[...] en esas edades [la infancia] se construyen los cimientos de nuestra identidad. Y esto es como un edificio, donde los cimientos son cruciales, aunque no se vean. Además, lo que llamamos identidad, subjetividad, es una edificación y regresar a la infancia para saber qué sucedió en ese tiempo equivale a bajar al sótano, lugar en el que se ven los cimientos» [http://carlosmsotomayor.blogspot.com/2008/05/entrevista-juan-jos-mills.html]
15 «La infancia es muy importante para entender lo que somos. Esos son los años en los que uno construye la subjetividad que nunca se acaba de construir y donde las vivencias emocionales y la percepción del mundo comienzan a darte el sentido de lo que eres. En la infancia es donde se encuentran los momentos decisivos para entender lo que has sido»[http://www.revistamercurio.es/index.php/revistas-mercurio-2007/mercurio-96/66-20-entrevista-con-juan-jose-millas-]
16 «Habitualmente creemos que la memoria sirve para descubrir cosas, y es mentira: la memoria sirve para encubrir. La memoria la heredamos, gran parte de las cosas que recordamos creyendo que son recuerdos propios son recuerdos ajenos que hemos incorporado como propios. Y todo eso hay que dinamitarlo, hay que trabajarlo para que sea significativo». [http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/entrevista2.htm]
17 Juan José Millás, El mundo, Barcelona, Planeta, 2008, p. 16
18 http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/62453
19 Juan José Millás, Los objetos nos llaman, cit., p. 27
20 http://blogs.periodistadigital.com/mosaico.php/2007/05/06/entrevista_juan_jose_millas_escribidor_d
21 Juan José Millás, “La acera de enfrente”, http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/
22 Ibid
23 http://www.revistamercurio.es/index.php/revistas-mercurio-2007/mercurio-96/66-20-entrevista-con-juan-jose-millas-
24 Juan José Millás, Lo que sé de los hombrecillos, cit., p. 34
25 Ibid, p. 33, 34
26 Ibid, p. 57
27 Juan José Millás, Visión del Ahogado, cit., p. 11

28 Juan José Millás, Lo que sé de los hombrecillos, cit., p. 164