Como hemos
dicho, Lo
que sé de los hombrecillos
se parece a El
mundo.
Hablando de esta “biografía novelada”, como él la define,
Millás afirma que:
Tiene
material muy personal, es autobiográfica y con la autobiografía uno
siempre tiene problemas. Uno escribe desde su experiencia personal,
pero en esta novela el personaje se llama Juan José Millás.1
En Lo
que sé de los hombrecillos,
a pesar de no conocer el nombre del protagonista, sabemos que éste
tiene muchos rasgos que lo conectan explícitamente al autor. Parece
que toda la relación entre Millás y este narrador sea un continuo
acercarse y tomar distancia, como si el autor quisiera identificarse
con el personaje pero al mismo tiempo siendo “otro” de lo que es
en realidad.
En las
primeras líneas de la novela el narrador cuenta que «Estaba
escribiendo un artículo sobre las últimas fusiones empresariales»2;
también Millás trabaja como periodista (aunque sus intereses son
más amplios). Mientras vemos al narrador escribir su artículo, él
cuenta sus costumbres que parecen relacionadas con la vida cotidiana:
[...]
tras escribir un párrafo del que me sentía satisfecho, sacaba uno
[mendrugo de pan] del bolsillo y le daba tres o cuatro bocados
mientras pensaba en el siguiente. Por alguna razón, asociaba el
ejercicio de roer a la producción de pensamiento.3
Esta costumbre
es típica de quien deja un vicio: el morder algo para descargar la
tensión y sustituir el gesto de fumar – o de beber –, como
explica después el narrador: «mendrugos de pan cuya corteza roía
con los mismos efectos relajantes con los que otros fuman o toman una
copa»4.
Por lo que
concierne el vicio de beber en la vida de Millás, éste aparece en
algunos cuentos, como por ejemplo en El
desorden de tu nombre,
donde el protagonista a menudo se toma una copa, y en articuentos
como “El absurdo”, donde Millás habla de «Estos días de
agosto, durante los ensueños alcohólicos de la hora de la siesta
[...]»5.
Por lo que
concierne el vicio de fumar, éste, ante todo, aparece de manera
obsesiva en los libros de Millás: casi todos sus protagonistas
fuman. En Tonto,
muerto, bastardo e invisible
podemos entender además como este vicio es estigmatizado: «y
enciende un cigarrillo, así que no es tan listo, ni tan
socialdemócrata, pues no ha conseguido dejar de fumar, yo sí»6.
También en los articuentos tenemos ejemplos de lucha del autor para
dejar de fumar. En “Un ruido” Millás dice que «Al corazón lo
veo siempre en mi cabeza como una bomba de relojería que estallará
cuando menos lo espere. Cuento con ello, pues, y no tomo mayores
precauciones, aunque he dejado de fumar una vez más para aliviar la
culpa»7.
En “Vidas” leemos que «Ahora que estaba razonablemente
satisfecho de mi existencia, pues había logrado abandonar el tabaco
[...] Después de todo yo he aprendido inglés al tiempo que dejaba
de fumar. Aunque lo primero no es verdad. Y lo segundo tampoco. ¿Me
habré hecho yo una vida falsa también sin darme cuenta?»8.
Volviendo a Lo
que sé de los hombrecillos,
vemos que aquí el protagonista ha logrado dejar este vicio – ojalá
lo haya dejado también el mismo Millás, que parece haberse sentido
siempre culpable por eso –, pero al mismo tiempo sigue siendo
amenazado por las ganas de fumar – de otra manera no necesitaría
sustituir sus vicios con los mendrugos de pan, que podría haber
roído también el mismo Millás, mientras escribía este libro y sus
artículos.
Como hemos visto hablando del
espacio, hay otros detalles que ponen en relación al escritor Millás
con el protagonista, que también es escritor. Hemos visto que la
casa del protagonista tiene la misma estructura de la casa de Millás,
y que el narrador habla explícitamente de sus recursos para
concentrarse en la actividad de escritura – cuando, por ejemplo,
dice que se concentra más mientras hace las tareas domésticas.
A todos estos
aspectos de la vida cotidiana del narrador, que puede reflejar la del
escritor, podemos añadir otros: el narrador recibe una visita en
casa por parte de Honorio Gutiérrez, personaje que afirma haber
leído todos los artículos del protagonista; este apellido aparece
también en el cuento Mañana
moriré,
donde el narrador habla de los Gutiérrez como amigos de familia, y
siempre el apellido Gutiérrez es el apellido de Fabián Gutiérrez,
crítico que ha escrito un libro sobre Juan José Millás. El
protagonista, que es profesor de economía, dice que no ha entendido
nunca el mundo de los hombres y su comportamiento, sólo ha fingido
entenderlo y lo ha emulado, como afirma haber hecho Millás en una
entrevista y también en su autobiografía novelada El
mundo9.
El narrador al final del libro hace una recopilación de los
artículos que ha escrito, cosa que ha hecho también Millás
publicando Articuentos.
Por un lado es normal que un
personaje-narrador tenga los rasgos de su autor, sin embargo parece
una provocación que este personaje cuente todo en un estado de
delirio. Ya en la cuarta línea encontramos la aparición del
elemento fantástico:
[...]
noté un temblor en el bolsillo derecho de la bata, de donde saqué,
mezclados con varios mendugos de pan, cuantro o cinco hombrecillos
que arrojé sobre la mesa [...]10
Siguiendo lo que afirma Todorov,
«Nelle storie fantastiche, il narratore dice di solito «io» [...]
Il problema si fa più complesso nel caso di un
narratore-personaggio, di un narratore che dica «Io». In quanto
narratore, il suo discorso non ha da essere sottoposto alla prova
della verità, ma in quanto personaggio egli può mentire»11.
Lo que el narrador va a describir
durante todo el libro será entonces su punto de vista sujetivo,
interior, con sus fantasías y, a lo mejor, sus alucinaciones:
Lo
que ocurre es que aquí el delirio está abordado de un modo directo,
sin rodeos. En el primer párrafo se establece ya el pacto con el
lector. Y el narrador delirante, a la vez que cuenta el delirio,
cuenta cómo lo vive, en una especie de híbrido entre relato y
diario de bordo de ese relato.12
Como ha dicho
Millás en otra entrevista, «Aunque yo he hecho frecuentes
incursiones en lo fantástico, lo fantástico aparecía dentro de lo
real. Aquí es al revés, lo real aparece dentro de lo fantástico.
Es un libro fantástico desde el primer párrafo, en cierto modo es
la descripción de un delirio»13,
delirio que pertenece al protagonista.
Y Millás, en lugar de tratar
este personaje como un loco, parece identificarse parcialmente con
él. En otras palabras, el autor parece identificarse con un loco, o
con un narrador capaz de decir lo fantástico como si se tratara de
lo más normal.
Aún más provocatoriamente,
Millás ha afirmado en una entrevista donde se le preguntó qué tal
andaba de hombrecillos:
Lleno, como todos los demás. Quizá los escritores, que no nos hemos dejado amputar por el sistema educativo la capacidad de fantasear, imaginar y soñar, tenemos más hombrecillos que el resto de la gente.14
Si volvemos a lo que hemos visto
antes, hablando del mundo de los niños y lo de los adultos, vemos
que en realidad en este cuento también los adultos están
obsesionados por los hobrecillos. Sin embargo, las normas sociales
han amputado esta su capacidad. Como dice Todorov, el pensamiento
alucinado es un pensamiento culpable, condenado por la sociedad.
Afirma Millás que:
[...]
lo habitual es lo anormal. Si, por ejemplo, el terror gusta tanto en
etapas infantiles o de adolescencia, es precisamente por la enorme
carga simbólica que hay en lo anormal, porque debe de haber una
especie de intuición de que lo anormal es lo normal. Cuando nos
llega algo de esa naturaleza, reconocemos lo que seguramente es una
de las condiciones fundamentales de la existencia: la anormalidad
fundamental sobre la que está montada. Ese afán por lo anormal -que
es lo que en definitiva tú señalabas-, tiene que ver con la
capacidad de simbolizar o de reflejar lo que es la vida. Está muy
bien dicho en la frase García Márquez. ¿Por qué está condenada
al éxito una novela como La metamorfosis? Porque si fuera algo que
está absolutamente fuera de nuestros códigos, no lo tendría15
Lo que sé
de los hombrecillos,
entrelazando vida cotidiana normal a vida (cotidiana?) anormal parece
ser una provocación. El autor pone al descubierto un aspecto que
parece afectar a todos los seres humanos que viven en su sociedad.
1
http://www.adn.es/cultura/20071016/NWS-1982-entrevista-millas.html
2
Juan
José Millás, Lo
que sé de los hombrecillos,
cit., p. 7
3
Ibid,
p. 7, 8
4
Ibid,
p. 7
5
Juan
José Millás, “El absurdo”,
http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/articuento077.htm
6
Juan
José Millás, Tonto,
muerto, bastardo e invisible,
México, Alfaguara, 1995, p. 46, 47
7
Juan
José Millás, “Un ruido”,
http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/articuento164.htm
8
Juan
José Millás, “Vidas”,
http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/articuento069.htm
9
«La
realidad es como un bulto que está ahí y lo importante es cómo
ese niño percibe esa realidad y la fascinación que siente por ese
mundo. Esa sensación de yo
no soy de aquí
contada desde la experiencia de un niño que no entiende nada. Luego
crecer consiste en fingir que sí entiendes»
[http://www.adn.es/cultura/20071016/NWS-1982-entrevista-millas.html]
10
Juan
José Millás, Lo
que sé de los hombrecillos,
cit., p. 7
11
Todorov
Tzvetan, La
letteratura fantastica,
Italia, Garzanti Editore, 1891, p. 86, 86
12
http://www.elpais.com/articulo/portada/desdoblamiento/Millas/elpepuculbab/20101009elpbabpor_3/Tes
13
http://www.diariodenavarra.es/20101107/culturaysociedad/la-literatura-o-es-metafora-realidad-o-es-nada.html?not=2010110701075987&idnot=2010110701075987&dia=20101107&seccion=culturaysociedad&seccion2=culturaysociedad&chnl=40&ph=5
14
Ibid
15
http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/entrevista3.htm
16
Frederich
Nietsche, La
gaya ciencia,
Madrid, Ediciones Akal, 2009, p. 44