2.2.1 – El problema del narrador

Como hemos dicho, Lo que sé de los hombrecillos se parece a El mundo. Hablando de esta “biografía novelada”, como él la define, Millás afirma que:

Tiene material muy personal, es autobiográfica y con la autobiografía uno siempre tiene problemas. Uno escribe desde su experiencia personal, pero en esta novela el personaje se llama Juan José Millás.1

En Lo que sé de los hombrecillos, a pesar de no conocer el nombre del protagonista, sabemos que éste tiene muchos rasgos que lo conectan explícitamente al autor. Parece que toda la relación entre Millás y este narrador sea un continuo acercarse y tomar distancia, como si el autor quisiera identificarse con el personaje pero al mismo tiempo siendo “otro” de lo que es en realidad.
En las primeras líneas de la novela el narrador cuenta que «Estaba escribiendo un artículo sobre las últimas fusiones empresariales»2; también Millás trabaja como periodista (aunque sus intereses son más amplios). Mientras vemos al narrador escribir su artículo, él cuenta sus costumbres que parecen relacionadas con la vida cotidiana:

[...] tras escribir un párrafo del que me sentía satisfecho, sacaba uno [mendrugo de pan] del bolsillo y le daba tres o cuatro bocados mientras pensaba en el siguiente. Por alguna razón, asociaba el ejercicio de roer a la producción de pensamiento.3

Esta costumbre es típica de quien deja un vicio: el morder algo para descargar la tensión y sustituir el gesto de fumar – o de beber –, como explica después el narrador: «mendrugos de pan cuya corteza roía con los mismos efectos relajantes con los que otros fuman o toman una copa»4.
Por lo que concierne el vicio de beber en la vida de Millás, éste aparece en algunos cuentos, como por ejemplo en El desorden de tu nombre, donde el protagonista a menudo se toma una copa, y en articuentos como “El absurdo”, donde Millás habla de «Estos días de agosto, durante los ensueños alcohólicos de la hora de la siesta [...]»5.
Por lo que concierne el vicio de fumar, éste, ante todo, aparece de manera obsesiva en los libros de Millás: casi todos sus protagonistas fuman. En Tonto, muerto, bastardo e invisible podemos entender además como este vicio es estigmatizado: «y enciende un cigarrillo, así que no es tan listo, ni tan socialdemócrata, pues no ha conseguido dejar de fumar, yo sí»6. También en los articuentos tenemos ejemplos de lucha del autor para dejar de fumar. En “Un ruido” Millás dice que «Al corazón lo veo siempre en mi cabeza como una bomba de relojería que estallará cuando menos lo espere. Cuento con ello, pues, y no tomo mayores precauciones, aunque he dejado de fumar una vez más para aliviar la culpa»7. En “Vidas” leemos que «Ahora que estaba razonablemente satisfecho de mi existencia, pues había logrado abandonar el tabaco [...] Después de todo yo he aprendido inglés al tiempo que dejaba de fumar. Aunque lo primero no es verdad. Y lo segundo tampoco. ¿Me habré hecho yo una vida falsa también sin darme cuenta?»8.
Volviendo a Lo que sé de los hombrecillos, vemos que aquí el protagonista ha logrado dejar este vicio – ojalá lo haya dejado también el mismo Millás, que parece haberse sentido siempre culpable por eso –, pero al mismo tiempo sigue siendo amenazado por las ganas de fumar – de otra manera no necesitaría sustituir sus vicios con los mendrugos de pan, que podría haber roído también el mismo Millás, mientras escribía este libro y sus artículos.
Como hemos visto hablando del espacio, hay otros detalles que ponen en relación al escritor Millás con el protagonista, que también es escritor. Hemos visto que la casa del protagonista tiene la misma estructura de la casa de Millás, y que el narrador habla explícitamente de sus recursos para concentrarse en la actividad de escritura – cuando, por ejemplo, dice que se concentra más mientras hace las tareas domésticas.
A todos estos aspectos de la vida cotidiana del narrador, que puede reflejar la del escritor, podemos añadir otros: el narrador recibe una visita en casa por parte de Honorio Gutiérrez, personaje que afirma haber leído todos los artículos del protagonista; este apellido aparece también en el cuento Mañana moriré, donde el narrador habla de los Gutiérrez como amigos de familia, y siempre el apellido Gutiérrez es el apellido de Fabián Gutiérrez, crítico que ha escrito un libro sobre Juan José Millás. El protagonista, que es profesor de economía, dice que no ha entendido nunca el mundo de los hombres y su comportamiento, sólo ha fingido entenderlo y lo ha emulado, como afirma haber hecho Millás en una entrevista y también en su autobiografía novelada El mundo9. El narrador al final del libro hace una recopilación de los artículos que ha escrito, cosa que ha hecho también Millás publicando Articuentos.
Por un lado es normal que un personaje-narrador tenga los rasgos de su autor, sin embargo parece una provocación que este personaje cuente todo en un estado de delirio. Ya en la cuarta línea encontramos la aparición del elemento fantástico:

[...] noté un temblor en el bolsillo derecho de la bata, de donde saqué, mezclados con varios mendugos de pan, cuantro o cinco hombrecillos que arrojé sobre la mesa [...]10

Siguiendo lo que afirma Todorov, «Nelle storie fantastiche, il narratore dice di solito «io» [...] Il problema si fa più complesso nel caso di un narratore-personaggio, di un narratore che dica «Io». In quanto narratore, il suo discorso non ha da essere sottoposto alla prova della verità, ma in quanto personaggio egli può mentire»11.
Lo que el narrador va a describir durante todo el libro será entonces su punto de vista sujetivo, interior, con sus fantasías y, a lo mejor, sus alucinaciones:

Lo que ocurre es que aquí el delirio está abordado de un modo directo, sin rodeos. En el primer párrafo se establece ya el pacto con el lector. Y el narrador delirante, a la vez que cuenta el delirio, cuenta cómo lo vive, en una especie de híbrido entre relato y diario de bordo de ese relato.12

Como ha dicho Millás en otra entrevista, «Aunque yo he hecho frecuentes incursiones en lo fantástico, lo fantástico aparecía dentro de lo real. Aquí es al revés, lo real aparece dentro de lo fantástico. Es un libro fantástico desde el primer párrafo, en cierto modo es la descripción de un delirio»13, delirio que pertenece al protagonista.
Y Millás, en lugar de tratar este personaje como un loco, parece identificarse parcialmente con él. En otras palabras, el autor parece identificarse con un loco, o con un narrador capaz de decir lo fantástico como si se tratara de lo más normal.
Aún más provocatoriamente, Millás ha afirmado en una entrevista donde se le preguntó qué tal andaba de hombrecillos:

Lleno, como todos los demás. Quizá los escritores, que no nos hemos dejado amputar por el sistema educativo la capacidad de fantasear, imaginar y soñar, tenemos más hombrecillos que el resto de la gente.
14

Si volvemos a lo que hemos visto antes, hablando del mundo de los niños y lo de los adultos, vemos que en realidad en este cuento también los adultos están obsesionados por los hobrecillos. Sin embargo, las normas sociales han amputado esta su capacidad. Como dice Todorov, el pensamiento alucinado es un pensamiento culpable, condenado por la sociedad. Afirma Millás que:

[...] lo habitual es lo anormal. Si, por ejemplo, el terror gusta tanto en etapas infantiles o de adolescencia, es precisamente por la enorme carga simbólica que hay en lo anormal, porque debe de haber una especie de intuición de que lo anormal es lo normal. Cuando nos llega algo de esa naturaleza, reconocemos lo que seguramente es una de las condiciones fundamentales de la existencia: la anormalidad fundamental sobre la que está montada. Ese afán por lo anormal -que es lo que en definitiva tú señalabas-, tiene que ver con la capacidad de simbolizar o de reflejar lo que es la vida. Está muy bien dicho en la frase García Márquez. ¿Por qué está condenada al éxito una novela como La metamorfosis? Porque si fuera algo que está absolutamente fuera de nuestros códigos, no lo tendría15

Lo que sé de los hombrecillos, entrelazando vida cotidiana normal a vida (cotidiana?) anormal parece ser una provocación. El autor pone al descubierto un aspecto que parece afectar a todos los seres humanos que viven en su sociedad.



1 http://www.adn.es/cultura/20071016/NWS-1982-entrevista-millas.html
2 Juan José Millás, Lo que sé de los hombrecillos, cit., p. 7
3 Ibid, p. 7, 8
4 Ibid, p. 7
5 Juan José Millás, “El absurdo”, http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/articuento077.htm
6 Juan José Millás, Tonto, muerto, bastardo e invisible, México, Alfaguara, 1995, p. 46, 47
7 Juan José Millás, “Un ruido”, http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/articuento164.htm
8 Juan José Millás, “Vidas”, http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/articuento069.htm
9 «La realidad es como un bulto que está ahí y lo importante es cómo ese niño percibe esa realidad y la fascinación que siente por ese mundo. Esa sensación de yo no soy de aquí contada desde la experiencia de un niño que no entiende nada. Luego crecer consiste en fingir que sí entiendes» [http://www.adn.es/cultura/20071016/NWS-1982-entrevista-millas.html]
10 Juan José Millás, Lo que sé de los hombrecillos, cit., p. 7
11 Todorov Tzvetan, La letteratura fantastica, Italia, Garzanti Editore, 1891, p. 86, 86
12 http://www.elpais.com/articulo/portada/desdoblamiento/Millas/elpepuculbab/20101009elpbabpor_3/Tes
13 http://www.diariodenavarra.es/20101107/culturaysociedad/la-literatura-o-es-metafora-realidad-o-es-nada.html?not=2010110701075987&idnot=2010110701075987&dia=20101107&seccion=culturaysociedad&seccion2=culturaysociedad&chnl=40&ph=5
14 Ibid
15 http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/entrevista3.htm
16 Frederich Nietsche, La gaya ciencia, Madrid, Ediciones Akal, 2009, p. 44