1.5.1 – La metaficción posmoderna y el uso de la metaficción en las obras de Millás

Como señalan la mayoría de los críticos – Boyd y Dotras por ejemplo – la metaficción moderna surge de la crítica de las contradicciones de la estética realista, que acepta lo real como dado. El contraste se da entre el realismo, que presupone una inercia mental del lector, una pasividad delante de lo que lee, y la metaficción, que presenta la realidad como un concepto problemático, al que el lector tiene que enfrentarse con una actitud activa. Escribe Dotras:

La novela realista acepta lo dado sin cuestionarlo, se erige en espejo, fiel reflejo, de la realidad empírica. Contrariamente, la novela metaficticia presenta como problemática la relación entre la realidad empírica y la ficticia1

El concepto del arte como espejo del mundo, su pretensión de ser expresión objetiva y fiel reproducción de la realidad es visto por los autores de metaficción como un concepto ingenuo. Por esto, las novelas metaficticias no reflejan la realidad sino que se reflejan a sí mismas, señalando que el arte no es más que arte, y la literatura no es más que literatura; citaremos otra vez a Dotras:

En una época crítica y altamente subjetivista como la actual quizá la única certeza sea la realidad del propio discurso y por ello el escritor hace del proceso de escribir el centro de su obra2

El paso de la metaficción moderna a la posmoderna no necesitó de un corte seco, sino de una evolución bastante coherente. Como escribe Brian McHale en su ensayo What Was Postmodernism?, la literatura moderna reflexiona sobre cuestiones epistemológicas, o sea sobre el conocimiento imperfecto del mundo, mientras que la posmoderna reflexiona sobre cuestiones ontológicas, planteando dudas sobre la realidad del mundo. Pero esto no debe considerarse de manera absoluta: «The difference was one of priority, or of dominance: in modernist fiction, epistemological questions take priority over ontological ones; in postmodernist fiction, it's the other way around»3. McHale compara dos novelas, The Sound and the Fury de William Faulkner, publicada en 1929, y Gravity's Rainbow de Thomas Pynchon, publicada en 1973 – año que según Andreas Killen sería el año cero del posmodernismo. Si la primera trata de la dificultad de conocer la realidad, y en su género policíaco pone al lector como detective, la segunda está llena de sub-mundos alternativos, de alucinaciones y fantasías de los personajes en las que el lector cae, y de cuya naturaleza ficticia no se da cuenta sino mucho más adelante, confundiendo las realidades subjetivas con el mundo exterior.
Según Patricia Waugh, la diferencia entre literatura moderna y posmoderna es que la primera no pone al descubierto sistemáticamente su condición de ficción, como lo hace la segunda. Según su distinción, Waugh asocia a la literatura moderna la idea de conciencia y a la literatura posmoderna la idea de ficcionalidad. De hecho, la metaficción posmoderna tiene como problemática esencial el hecho de escribir, y por consecuencia esto provoca un mayor grado de autoreflexión lingüística.
Directa consecuencia de esto es el hecho de poner al descubierto de manera mucho más sistemática aquellos aspectos ficticios e irracionales de la realidad, como los comportamientos irracionales de los hombres que, aún sin tener aparente sentido, dominan gran parte de la realidad. Para expresar este concepto, Raymond Federman emplea el término “sobreficción”, refiriéndose a:

[…] that kind of fiction that tries to explore the possibilities of fiction [...] that constantly renews our faith in man’s imagination [...] that reveals man’s irrationality rather than man’s rationality. This I call SURFICTION. However, not because it imitates reality, but because it exposes the fictionality of reality4

Esta manera de entender la realidad se conecta con lo que ha dicho Millás en más de una entrevista – vamos a citar dos de éstas:

Casi todo en la vida del ser humano es fantasía. Ponemos una barrera muy grande entre la fantasía y lo que llamamos realidades (equivocadamente, porque las fantasías también son realidades). Es como si la fantasía y la realidad fueran vecinos que permanecieran en compartimentos estancos. Y eso es mentira, toda la realidad es producto de la fantasía de los seres humanos. Si uno tiene delante una mesa, tendrá que admitir que esa mesa, antes de ser material, tuvo que ser un fantasma en la cabeza de alguien5

[...] no solamente en la vida del individuo: en la vida de los colectivos la experiencia de lo imaginario también ha sido más importante que la experiencia de lo real. Las grandes matanzas de la humanidad se han producido por cosas irreales, como Dios, o la patria, o tantas otras. Lo que llamamos irreal -que yo creo que es una zona de la realidad, pero bueno- es más importante que lo real.6

De ahí las posibilidades que abre la ficción, como ventana que da a la realidad, o sea como capacidad de jugar y construir arbitráriamente nuestras realidades:

For metafiction sets out to make this explicit: that play is a relatively autonomous activity but has a define value in the real world. Play is facilitated by rules and roles, and metafiction operates by exposing fictional rules to discover the role of fictions in life. It aims to discover how we each “play” our own realities7

En las novelas de Millás se dan muchos ejemplos de construcciones de realidades a través de la literatura:

Pero luego hay una zona fronteriza entre la realidad y la literatura, y en esa zona fronteriza se emplaza la metaficción, hay un intercambio de materiales. Yo le he dado muchas vueltas a esto, no conscientemente. Lo que ocurre es que cuando pasa el tiempo y, sobre todo, te lo van diciendo desde fuera, te vas dando cuenta. Por ejemplo, hace unos meses una persona que me presentaba en una conferencia me hizo reflexionar sobre algo en lo que yo no había pensado: siempre hay un personaje en mis novelas que está a punto de escribir, o que está escribiendo. Quizá es una necesidad de transferir el cuerpo de la realidad al cuerpo de la literatura, de sustituirlo, de profundizar en esa zona fronteriza, no lo sé muy bien.8

Como afirma Fabián Gutiérrez, en Papel mojado comienza la aparición de protagonistas escritores9, aparición que sigue prácticamente durante toda la carrera de Millás como escritor. Encontramos ejemplos en El desorden de tu nombre, en Tonto, muerto, bastardo e invisible, y el elenco podría seguir adelante. Estas novelas tienen personajes que, a través de la literatura, construyen sus realidades. La estructura de estos relatos se crea en torno al hecho de que los personajes tienen una doble identidad: por un lado son personajes del relato que leemos, y por otro son escritores del cuento que nosotros leemos y ellos viven.
En lo que concierne a El desorden de tu nombre, esta obra ha sido a menudo analizada como repertorio de técnicas metaficcionales. D. Pope dice que la vida vivida y la imaginada por el protagonista pronto se imbrican y al final, como en El cuarto de atrás de Carmen Martín Gaite, se materializa el manuscrito de la obra que leemos10. G. Sobejano dice que lo ingenioso llega a su extremo en el hecho de que la novela escrita por el narrador tenga como fin componer la planeada por el protagonista. El laboratorio es el producto: la novela en devenir es la novela conclusa11. Hablando de los personajes escritores, J. C. Suñén dice que el protagonista de El desorden de tu nombre no acaba atrapado en la novela de otro, como en Papel mojado, sino conseguirá desarrollar la suya12.. Fabián Gutiérrez describe en fin el constante desvelamiento de los «trucos» metaficcionales en la obra: el protagonista, Julio, quiere escribir una novela donde lo que ocurre y lo que no ocurre se articulen formando un solo cuerpo; resume después el argumento de la obra: un sujeto que, tras una sesión de análisis, se dirigía al parque de Berlín. Siempre Julio, mientras escribe, propone tres soluciones que podrían cerrar la novela, ninguna de las cuales cerrará El desorden de tu nombre, novela que le parece escrita a sus espaldas: “como si alguien estuviera escribiéndolas por indicación mía”. Él sabe ser escritor y protagonista de la obra, y lo afirma explícitamente, como afirma que los papeles de personaje y de escritor son intercambiables. Durante la novela intuye que su doble escritor ha terminado la obra, y que al llegar a casa iría a encontrarla encima de la mesa, como de hecho pasa. En la última página, el protagonista elige el título de la obra que acabamos de leer.
En Dos mujeres en Praga la construcción de la novela y de la realidad novelesca queda también explícita. Hay dos diálogos entre dos personajes sobre un posible título para una novela:

-Somos dos mujeres en Praga -decía María José encogiéndose de felicidad-. Fíjate qué titulo para una novela. Dos mujeres en Praga13

-¿Conoces Praga? -preguntó.
-Estuve una vez -dije.
-¿Y no te parece que este piso está allí?
Me pareció que sí y se lo dije. También estuve de acuerdo en que era buen título para una novela. -Dos mujeres en Praga, suena bien. -Te lo regalo -dijo ella. -No escribo novelas, pero si algún día me decido, te tomaré la palabra. -¿Por qué no escribes novelas? -Porque prefiero trabajar sobre datos de la realidad14

Una importante parte del contenido de Dos mujeres en Praga son reflexiones sobre cómo se escribe una biografía:

-Las fantasías -dijo- también forman parte de la realidad. No se preocupe.
-¿Podría incluir entonces todo eso en mi biografía? -preguntó la mujer intentando reprimir las lágrimas-. ¿Podría incluir que, aunque no soy viuda, mi temperamento es el de una mujer que ha perdido a su marido? ¿Podría, en una autobiografía verdadera, colocar ese dato falso?
-Sí -dijo él-, se puede hacer15

Y el narrador de la novela aparece después de diez páginas, incluyéndose a sí mismo como personaje.
Si analizamos No mires debajo de la cama encontramos otras técnicas metafictivas. En esta obra hay dos personajes que están leyendo un libro. Al final descubrimos que este libro es No mires debajo de la cama. Mientras los dos personajes-lectores discuten se produce este diálogo:

Si espera usted un poco, le quitamos en seguida ese dolor a su zapato.
Esperaré toda la vida – respondió la juez con cierto patetismo fijando la atención en el título de un libro que había al lado de una de las hormas.
¿Lo ha leído? – preguntó Teresa al observar el interés con que la juez miraba su ejemplar de No mires debajo de la cama.
Estoy en la página 207 – respondió Elena.
Igual que yo – añadió la mujer –, yo también estoy en esa página. Qué raro16

Y si miramos el libro vemos que la ficción se ha trasladado a la realidad, y nosotros también nos encontramos en la página 207 del libro.
Ante todo, como afirma Patricia Waugh, «Metafiction suggest not only that writing history is a fictional act, ranging events conceptually through language to form a word-model, but that history itself is invested, like fiction, with interrelating plots which appear to interact independently of human design»17. En este caso, no hay un protagonista-escritor, sino un protagonista que lee su novela. Encontramos aquí la idea de que detrás de la historia hay una trama independiente de los personajes, decidida arbitrariamente por el autor.
Como escriben Neil Broks y Josh Toth:

Materiality should not be confused with physicality. Whereas the physical aspects of any object are potentially infinite and neutral in themselves, materiality is intimately bound up to the quest for meaning [...] there too interactions between the linguistic surface of the printed page and the code that produced it are mobilized to create a variety of material effect18

Algunos autores posmodernistas utilizan el código como parte integrante del mensaje. Es el caso de No mires debajo de la cama, que pone en el texto – en su mensaje – una referencia a la página física del libro – al código. Es una novedad de la metaficción que ha desafiado hasta los editoriales, que tienen que adaptar el texto al libro físico. Si en la edición original hecha por Alfaguara el libro tenía 207 páginas19, en la edición de Suma de Letras los personajes hablan de la página 207, mientras que el lector se encuentra en la página 226. La “solución” la ha encontrado Il Saggiatore, que en su traducción italiana concluye el relato en la página 158, y al mismo tiempo cambia el número de página de la que hablan los personajes.
Como nos dice Robert Alter, «The artist, with new means of dissemination and new media of implementation at his disposal, could imagine enormous possibilities of power in the exercise of his art». Pero al mismo tiempo, «the conditions of mechanical reproduction» han hecho que «the reproduced art object itself, in its universal accessibility, could be cheapened, trivialized, deprived of its uniqueness, stripped of any claims it might have to be a model of value or a source of truth [...] anyone now, with a walk to the nearest photocopy service and an investment often far smaller than the publisher’s price, can “make” his own book from a borrowed copy»20.
El libro se convierte en objeto de consumo, objeto que puede ser reproducido un número infinito de veces. Y entonces, con su metaficción, Millás parece desafiar la cadena de montaje, creando problemas que necesitan de la cooperación entre los distintos sectores de producción (en este caso, traductor y editor).
Vemos ahora un ejemplo de reflexión sobre las modas literarias en una obra literaria. En Laura y Julio, novela metaficcional de Millás, hay un personaje que ya está muerto al principio del relato, pero que, como la luz de una estrella sigue visible una vez que ésta ha desaparecido, su influencia también sigue en la novela después de su fallecimiento. Por las palabras de su ex amante, Laura, descubrimos que era un autor que nunca había escrito un libro, pero que al mismo tiempo había creado una telenovela con su amante. Según él, nos ha tocado vivir en el posmodernismo, donde la gente ya no lee obras literarias elevadas, sino novelas. Pero la telenovela que él ha creado con Laura merece la pena de ser leída.
Otra característica metaficcional que encontramos en Millás es la «polifonía narrativa basada en la heterofonía (voces múltiples)»21, como la define Fabián Gutiérrez hablando de La soledad era esto de Millás. Aquí se encuentran cuatro narradores y narraciones en una única obra: dos diarios, un narrador externo y unos informes de un detective.
Hablamos de intertextualidad. Se llaman Elena Rincón la protagonista de La soledad era esto y un personaje de No mires debajo de la cama. Vicente Holgado aparece como personaje en “Una vocación de clase media”, cuento de la recoplación Los objetos nos llaman; en Ella imagina y otras obsesiones de Vicente Holgado, y en “La muela de Holgado” de Cuentos de adúlteros desorientados. Tenemos personajes que, a pesar de tener el mismo nombre y apellido, tienen vidas completamente diferentes, como si el nombre no logre asignarles una identidad.
Millás, además de presentar el mismo nombre en mil formas diferentes, experimenta cada vez nuevas formas narrativas: narrador interno, externo, omnisciente, autobiografía, novela, cuento, artículo. Y por si no fuera suficiente Millás se ha creado un nuevo género, los “articuentos”: el autor toma una historia cotidiana o una reflexión sobre unos hechos cotidianos y la transforma, por obra de la fantasía, en una mirada a la realidad de forma crítica, para mostrar faltas, incongruencias y absurdidades de la vida que se suele considerar “normal”.
Es una forma de trabajar la misma materia dándole vueltas y vueltas, como afirma él mismo:

La vida, en cierto modo, consiste en eso, en desatar nudos. Además, uno no tiene muchas obsesiones. Cada uno tenemos una o dos, y luego algunas secundarias. Y, realmente, a lo que te dedicas es a deshacer ese nudo, con la única seguridad de que no lo vas a deshacer, de que vas a pasarte toda la vida en ello, porque cuando ya parece que has llegado a la zona central se complica y va por otro lado22

Hablamos ahora de la reflexión sobre el lenguaje, rasgo importante de la metaficción. En El orden alfabético Millás habla del lenguaje como algo orgánico, y muestra como toda la realidad en la que vive el hombre está construida artificialmente por el lenguaje. La relación del autor con su instrumento de trabajo parece bastante particular:

[…] básicamente, yo creo que la literatura es eso, y ésa es una de las cosas que la hace apasionante, el ser todo muy inestable, el territorio que pisas y las herramientas de que dispones. Hay un personaje de El desorden de tu nombre que dice en un momento determinado que uno tiene que escribir -y, en ese caso, ése sería el objetivo de la literatura- sobre lo que no sabe, justamente, porque escribir de lo que uno sabe no tiene ningún interés. Esto conecta un poco con esa definición; es decir, la literatura consiste, precisamente, en escribir de lo que uno no sabe. Y con herramientas que no le pertenecen pues porque el lenguaje es muy artificial y nunca llegas a dominarlo, nunca llegas a controlarlo. Tienes que estar pactando con él porque, seguramente, el texto literario es el resultado de la tensión entre lo que quieres decir tú y lo que quiere decir el lenguaje, entre lo que quieres decir y lo que eres capaz de decir, entre la tradición en la que te has incluido y la subjetividad que tú eres capaz de aportar a esa tradición. Y, en definitiva, son siempre materiales muy gaseosos todos23

Ya hemos hablado de El desorden de tu nombre y de Tonto, muerto, bastardo e invisible, donde encontramos un protagonista-escritor. Parece que escribir sea una necesidad:

Y ¿qué le devuelve la escritura al lector? Le devuelve un mundo ordenado puesto que la escritura, de ser algo, es una representación de la realidad pero es una representación de la realidad digerible porque la realidad no nos la podemos meter en la cabeza como nos metemos una aceituna en la boca. La realidad siempre llega a través de intermediarios simbólicos y la escritura es un intermediario privilegiado. Entonces el lector, cuando es una obra literaria, ve la realidad, ve el mundo articulado, unitario, limitado, cosa que no ocurre cuando ve la realidad a secas24

Para los personajes, como probablemente para el autor, la escritura es una manera de entender el mundo, de intentar ponerle un orden. Pero al mismo tiempo escribir es falsear la realidad, poner un orden a algo que en realidad no tiene sentido sino en sí mismo. Tenemos un ejemplo en El orden alfabético, novela en la que el lenguaje empieza su proceso de putrefacción, y la realidad se vuelve cada vez más “real”, o sea caótica. Las palabras, como dice Millás, al nombrar la realidad nos acercan a ésta, y al mismo tiempo nos alejan. Las palabras son un simulacro de la realidad:

Esta extrañeza en definitiva lo que está marcando es una relación de extrañeza con la realidad, puesto que las palabras son las intermediarias entre la realidad y nosotros. Con la contradicción de que, por un lado, nos acercan a ella al nombrarla y por otro nos alejan al estar allí como intermediarias25

Terminamos nuestra introducción sobre la metaliteratura de Millás enseñando como también en sus cuentos y articuentos abundan ejemplos de reflexiones sobre el lenguaje humano, los instrumentos con los que se escribe, la concepción del lenguaje “como un ecosistema”, las palabras y las columnas vistas como algo orgánico, el poder de la escritura, el precio del éxito y un largo etcétera.
En la recopilación Los objetos nos llaman “Escribir a la contra” habla de ejercicios de aprendizaje para expresar mientras se escribe lo contrario de lo que se piensa; en “Una vocación de clase media” hay un escritor que se pelea con su amigo imaginario y crítico invisible, discuten de literatura, éxito y moralidad de las obras literarias hasta que al final el escritor lo mata. En “Un éxito local” hay un personaje que ha leído Los objetos me llaman – que es casi igual al título de la recopilación Los objetos nos llaman, donde encontramos el cuento; Los objetos me llaman sería del escritor imaginario Pierre Clausaut, y le da al narrador la inspiración de ser novelista. En “El precio del éxito” hay un personaje que se imagina negociar con el diablo el precio de su éxito como escritor.
En los articuentos Millás reflexiona a menudo sobre la literatura, su actividad de escritor y sobre todo sobre el lenguaje humano. “Viva la gramática” habla de la red de palabras que vola sobre la cabeza de los hombres. “Leer” reflexiona sobre la lectura y el “sabor” de las palabras. En “Los insectos” Millás habla de como sus columnas, que suelen componerse de tres párrafos, tienen la pretensión de parecerse a un insecto con cabeza, tórax y abdomen, y de ahí Millás paragona la caducidad de los insectos a las de las columnas que se publican y mueren en 24 horas. “Autofagia” habla de un escritor que se toma cada día como aperitivo unas páginas de sus obras, y según la sintaxis de las páginas se siente bien o mal. “Palabras, palabras” habla de una entrevista entre el escritor y una periodista, y éste le pide a ella las palabras que le sobran, así puede escribir una novela. “Escribir a máquina” habla de las diferentes sensaciones según se escriba a máquina, con bolígrafo o con el teclado del ordenador. “Palabras” paragona otra vez las palabras a los insectos, y el diccionario a un terrario. En “La Biblia” se dice que somos hijos del cuento, y se concluye diciendo que el mundo entero es un cuento. En “El lector” el término “mosca” de un libro se desplaza y va a comerse las letras del vocablo “cadáver” de otra página. “Leer es rebelarse” habla del poder de la escritura. En “Ánimo” se reflexiona sobre la “muerte” y los “cadáveres” que dejan los bolígrafos y los lápices cuando terminan de funcionar. En “Diario [II]” una mujer pisa un adverbio como si fuera una cucaracha.



1 Dotras, Ana M., La novela española de metaficción, cit., p. 28
2 Ibid, p. 195
4 Raymond Federman, Surfiction: Fiction now and Tomorrow, Chicago, Swallow Press, 1981. p. 7
5 http://www.diariodenavarra.es/20101107/culturaysociedad/la-literatura-o-es-metafora-realidad-o-es-nada.html?not=2010110701075987&idnot=2010110701075987&dia=20101107&seccion=culturaysociedad&seccion2=culturaysociedad&chnl=40&ph=5
6 http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/entrevista.htm
7 Patricia Waught, Metafiction, cit., p. 35
8 http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/entrevista2.htm
9 Fabian Gutiérrez, Como leer a Juan José Millás, cit., p. 37
10 Ibid, p. 95
11 Ibid., p. 95, 96
12 Ibid, p. 95
13 Juan José Millás, Dos mujeres en Praga, Espasa Calipe, España, 2003, p. 50
14 Ibid, p. 84
15 Ibid, p. 23
16 Juan José Millás, No mires debajo de la cama, Suma de Letras, 2001, Madrid, p. 226
17 Patricia Waugh, Metafiction, cit., p. 48, 49
18 Neil Brooks and Josh Toth, The Mourning After: Attending the Wake of Postmodernism, cit., p. 110
19 http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/18105/No_mires_debajo_de_la_cama
20 Robert Alter, Partial Magic: The Novel as a Self-Conscious Genre, University of California Press, 1978, California, p. 1, 2
21 Fabian Gutiérrez, Como leer a Juan José Millás, cit., p. 89
22 http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/cronologia.htm
23 http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/entrevista2.htm
24 http://divanelterrible.com/17/juan-jose-millas/


25 http://www.marie-claire.es/entrevista-a-juan-jose-millas