El término
metaficción parece haber sido empleado por la primera vez en 1970,
por la filósofa, escritora y crítica americana William H. Gass,
como afirman por ejemplo Sobejano, Dotras, Waugh y García.
Etimológicamente, “metaficción” es un neologismo compuesto por
la palabra ficción
y el prefijo griego meta,
que quiere decir “detrás, más allá”, pero también puede
significar “dentro de”. En este sentido, metaficción sería una
ficción dentro de otra ficción, un discurso dentro de otro
discurso, aunque este término puede ser empleado con matices a veces
diferentes, o se pueden subrayar diferentes aspectos, que
intentaremos resumir en este apartado.
Como escribe
Orejas, «la historia de la literatura española [...] está preñada
de historias metaficticias y procedimientos metaliterarios, en una
secuencia cronológica que va de Alfonso X el Sabio, [...] Miguel de
Cervantes a Muñoz Molina, pasando por Francisco Delicado, Lope de
Vega, el Padre Isla, Ramón del Valle-Inclán, Juan Valera, Benito
Pérez Galdós, Azorín, Unamuno, Pérez de Ayala, Torrente
Ballestrer, Juan y Luis Goytsolo, Juan José Millás y un largo
etcétera»1,
y si consideramos las influencias hispanoamericanas, el panorama se
amplia de considerables contribuciones, como las de Borges o
Cortázar.
En una
perspectiva histórica, Ana M. Dotras, en su libro La
novela española de metaficción,
sitúa el comienzo de la novela moderna con Cervantes:
En
principio el lenguaje re-creaba la realidad, el signo y el objeto
representado eran lo mismo. Con el paso de los siglos, la actitud de
confianza del hombre ante el lenguaje se va desvaneciendo a medida
que observa que entre las palabras y sus nombres se abre un abismo,
que desaparece la identidad entre el objeto y su signo. [...] A este
respecto puede afirmarse que la novela moderna, que comienza con
Cervantes, surge, en parte, de esa ruptura de la fe en la palabra
escrita [...] se pone en cuestión por primera vez el lenguaje como
medio mimético al poner en duda la capacidad del lenguaje para
expresar lo real2
Desde su nacimiento, la
metaficción tiene algunos elementos que la caracterizan.
Ante todo, la
burla y la ironía, como afirma Margaret Rose, son elementos
fundamentales de la metaficción. De la ironía nace una visión
crítica de la realidad, que pone en cuestión el pensamiento común.
Las obras
metafictivas puede tener mecanismos de narraciones dentro de
narraciones, llamados “muñecas rusas” o “cajas chinas”. Por
ejemplo, el escritor puede poner el relato como obra de un personaje,
personaje que, debido a su estatus, cuenta todo desde su punto de
vista subjetivo. De ahí las obras metafictivas asignan
un papel activo al público: como escribe Ana M. Dotras, la lectura
de las obras metaficticias tiene que ser «una lectura atenta y no un
paseo relajado por sus páginas. La lectura es un proceso dinámico
en la que cada lector realiza su propia lectura interpretativa»3.
El punto de
fuerza de la metaficción es el de mezclar realidad y ficción. Las
obras metafictivas no son espejo de la realidad, sino reflejan a sí
mismas, poniendo al descubierto los mecanismos de la creación
literaria. Se puede encontrar en una obra fragmentos de crítica
literaria; se pueden encontrar personajes que son escritores o
lectores de la obra. Una obra puede referirse explícitamente a otra
obra – los personajes de dos obras pueden mezclarse por ejemplo –;
en este caso se habla de intertextualidad.
En la
metaficción es importante la autoconciencia: el lector sabe de ser
lector, el personaje de ser personaje y el escritor de estar
escribiendo. Cuando el tema de la novela son las novelas mismas, se
habla también de autoreferencialidad:
Lo
que todas las novelas de metaficción tienen en común es la
exposición deliberada da la ficcionalidad de la creación literaria
ya sea refiriéndose a sí mismas, a otras obras o, de forma amplia,
al género novelístico mismo.4
De las
reflexiones de los escritores sobre la escritura surge la conciencia
que «toda escritura es reescritura, que los textos se alimentan de
otros textos; en definitiva, que los libros vienen de los libros»5.
De ahí destacan diferentes teorías sobre la metaficción, que se
han diferenciado en el tiempo; un ejemplo es la pregunta de si el
lenguaje limita la capacidad expresiva y es inadecuado para describir
la compleja realidad, como afirma Cortázar, o si el lenguaje tiene
un poder creador sobre la realidad: no la describe, sino la
significa, como afirma Torrente Ballester, o si al mismo tiempo el
lenguaje es una invención artificial humana y un poder creador, como
afirma Unamuno: «Así es, todo lo hecho se hizo por la palabra, y la
palabra fue en un principio»6.
1
Orejas
Francisco G., La
metaficción en la novela española contemporanea: entre 1975 y el
fin de siglo,
cit., p. 268
2
Dotras,
Ana M., La
novela española de metaficción,
Jucar, Madrid, 2004, p. 185
3
Ibid,
p. 190
4
Ibid,
p. 10, 11.
5
Ibid,
p. 179
6
M.
de Unamuno, Del
Sentimiento Trágico de la Vida,
literatura.itematika.com, p. 146