1.5 – La Literatura Metafictiva

El término metaficción parece haber sido empleado por la primera vez en 1970, por la filósofa, escritora y crítica americana William H. Gass, como afirman por ejemplo Sobejano, Dotras, Waugh y García. Etimológicamente, “metaficción” es un neologismo compuesto por la palabra ficción y el prefijo griego meta, que quiere decir “detrás, más allá”, pero también puede significar “dentro de”. En este sentido, metaficción sería una ficción dentro de otra ficción, un discurso dentro de otro discurso, aunque este término puede ser empleado con matices a veces diferentes, o se pueden subrayar diferentes aspectos, que intentaremos resumir en este apartado.
Como escribe Orejas, «la historia de la literatura española [...] está preñada de historias metaficticias y procedimientos metaliterarios, en una secuencia cronológica que va de Alfonso X el Sabio, [...] Miguel de Cervantes a Muñoz Molina, pasando por Francisco Delicado, Lope de Vega, el Padre Isla, Ramón del Valle-Inclán, Juan Valera, Benito Pérez Galdós, Azorín, Unamuno, Pérez de Ayala, Torrente Ballestrer, Juan y Luis Goytsolo, Juan José Millás y un largo etcétera»1, y si consideramos las influencias hispanoamericanas, el panorama se amplia de considerables contribuciones, como las de Borges o Cortázar.
En una perspectiva histórica, Ana M. Dotras, en su libro La novela española de metaficción, sitúa el comienzo de la novela moderna con Cervantes:

En principio el lenguaje re-creaba la realidad, el signo y el objeto representado eran lo mismo. Con el paso de los siglos, la actitud de confianza del hombre ante el lenguaje se va desvaneciendo a medida que observa que entre las palabras y sus nombres se abre un abismo, que desaparece la identidad entre el objeto y su signo. [...] A este respecto puede afirmarse que la novela moderna, que comienza con Cervantes, surge, en parte, de esa ruptura de la fe en la palabra escrita [...] se pone en cuestión por primera vez el lenguaje como medio mimético al poner en duda la capacidad del lenguaje para expresar lo real2

Desde su nacimiento, la metaficción tiene algunos elementos que la caracterizan.
Ante todo, la burla y la ironía, como afirma Margaret Rose, son elementos fundamentales de la metaficción. De la ironía nace una visión crítica de la realidad, que pone en cuestión el pensamiento común.
Las obras metafictivas puede tener mecanismos de narraciones dentro de narraciones, llamados “muñecas rusas” o “cajas chinas”. Por ejemplo, el escritor puede poner el relato como obra de un personaje, personaje que, debido a su estatus, cuenta todo desde su punto de vista subjetivo. De ahí las obras metafictivas asignan un papel activo al público: como escribe Ana M. Dotras, la lectura de las obras metaficticias tiene que ser «una lectura atenta y no un paseo relajado por sus páginas. La lectura es un proceso dinámico en la que cada lector realiza su propia lectura interpretativa»3.
El punto de fuerza de la metaficción es el de mezclar realidad y ficción. Las obras metafictivas no son espejo de la realidad, sino reflejan a sí mismas, poniendo al descubierto los mecanismos de la creación literaria. Se puede encontrar en una obra fragmentos de crítica literaria; se pueden encontrar personajes que son escritores o lectores de la obra. Una obra puede referirse explícitamente a otra obra – los personajes de dos obras pueden mezclarse por ejemplo –; en este caso se habla de intertextualidad.
En la metaficción es importante la autoconciencia: el lector sabe de ser lector, el personaje de ser personaje y el escritor de estar escribiendo. Cuando el tema de la novela son las novelas mismas, se habla también de autoreferencialidad:

Lo que todas las novelas de metaficción tienen en común es la exposición deliberada da la ficcionalidad de la creación literaria ya sea refiriéndose a sí mismas, a otras obras o, de forma amplia, al género novelístico mismo.4

De las reflexiones de los escritores sobre la escritura surge la conciencia que «toda escritura es reescritura, que los textos se alimentan de otros textos; en definitiva, que los libros vienen de los libros»5. De ahí destacan diferentes teorías sobre la metaficción, que se han diferenciado en el tiempo; un ejemplo es la pregunta de si el lenguaje limita la capacidad expresiva y es inadecuado para describir la compleja realidad, como afirma Cortázar, o si el lenguaje tiene un poder creador sobre la realidad: no la describe, sino la significa, como afirma Torrente Ballester, o si al mismo tiempo el lenguaje es una invención artificial humana y un poder creador, como afirma Unamuno: «Así es, todo lo hecho se hizo por la palabra, y la palabra fue en un principio»6.

1 Orejas Francisco G., La metaficción en la novela española contemporanea: entre 1975 y el fin de siglo, cit., p. 268
2 Dotras, Ana M., La novela española de metaficción, Jucar, Madrid, 2004, p. 185
3 Ibid, p. 190
4 Ibid, p. 10, 11.
5 Ibid, p. 179
6 M. de Unamuno, Del Sentimiento Trágico de la Vida, literatura.itematika.com, p. 146