1.4 – La Literatura española post-franquista

La literatura posmoderna, que en España nació después de la caída del franquismo, se caracteriza por una gran heterogeneidad de géneros literarios y de corrientes. Se constata una fusión de géneros, de corrientes nuevas mezcladas con corrientes que nacieron durante el Franquismo.
Durante la dictadura de Franco era muy activa la censura; algunos escritores se conformaron con la ideología del régimen, otros hicieron novelas de evasión. Sin embargo, algunos grupos de escritores intentaron una contestación política amordazada. Una de las manifestaciones fue el neorealismo, o realismo social: a la glorificación del pasado nacional se contraponía la decadencia del presente; a la centralización del poder y a la jerarquía se contraponían cuentos ambientados en los pequeños pueblos – y más adelante en lugares periféricos con respecto a la ciudad – y una perspectiva externa que ponía a todos los personajes al mismo nivel, que daba la sensación de horizontalidad en lugar de la verticalidad propugnada por el régimen1.
En los ’60, años en que los tecnócratas del Opus Dei tenían una posición dominante en el gobierno, las novelas disidentes ponían especial acento en la capacidad destructora del progreso técnico y científico, en su aspecto deshumanizador, clasificador. En lugar de las oposiciones binarias, como enfermo y sano, bueno y malo, que eran consideradas retórica del régimen – “adecuado o no adecuado” – se proponía una realidad fragmentada, que no entraba en los esquemas. Se reemplazó el neorealismo con nuevas tendencias; una es la metanarrativa que espeja una realidad de impresiones, iconos y marcas; además con la abertura del régimen al turismo y al influjo extranjero, llegó el influjo de autores del “boom” hispanoamericano, como Vargas Llosa, Cortázar, García Márquez y Fuentes, que difundieron la novela experimental2.
Con la “generación del ’68”, o sea los autores que escribieron sus primeras novelas en 1968, algunos críticos hablan de nueva narrativa. Es una literatura de subgéneros, que utiliza la ironía y el collage. Vuelve el gusto de contar historias, mientras se abandona en parte el ensimismamiento de las novelas experimentales y se intenta ganar la atención del lector.
Con el fin del régimen y de la censura, uno esperaría un cambio en la literatura, pero como subraya Orejas, la extinción de la censura «no afectó a la calidad de la literatura española ni conllevó, salvo desde un punto de vista temático, grandes novedades»3. Prescindiendo de la cantidad de libros de asunto político o erótico, no hubo grandes innovaciones ni técnicas ni temáticas.
Los años que siguieron a 1975 fueron un período que vio un proceso político de fragmentación, descentralización y pluralismo, un período de individualismo en el que los círculos intelectuales celebraban las diferencias para oponerse al viejo orden que reducía la gente a una masa compacta. Los descubrimientos científicos en todo el mundo parecían apoyar esta nueva visión del cosmos, desordenado y sin un centro al que hacer referencia:

Decentralized models have appeared in economics, ecology, biology, political science, medicine, and psychology. In the latter, psychoanalytic theory has been an important actor in the development of decentralized or decentred views of the self4

Sin embargo, a pesar de esta nueva concepción individualista del mundo, en estos años lo que dominaba en España era el desencanto, la inseguridad. Brad Epps intenta describir el sentimiento de miedo a lo viejo, junto al miedo a lo nuevo, en su ensayo:

[...] fear is a function of a past that remains and returns in the present and that shapes the future. [...] one may fear that people, things, and relations do not change; that the truth of reality is sadly the same as it ever was; that the transition from dictatorship to democracy is more rhetorical than real. Alternatively, one may fear that people and things have changed so much that no relation is viable, let alone adequate5

La Ruptura pactada dejó una generación frustrada, sin timón, que miraba hacia atrás para comprobar su inerte prolongación en un presente sin esperanza, lleno de contradicciones, de falsedades. Se temían los Franquistas, pero también los Comunistas, los Social Demócratas; si por un lado el Franquismo había caído como gobierno, por otro perduraban las costumbres “franquistas” de la gente común, que se había acostumbrado a ser controlada y ser a su vez controladora, que había interiorizado la idea de tener un poder sobre ella al que hacer referencia.
Siguen las novelas de evasión, de olvido del presente, pero escritores como Millás esconden en dichas novelas ideas políticas revolucionarias. Afirma Millás que «La libertad de expresión sigue existiendo, el problema es que muchas veces llevamos la censura dentro»6. Ejemplos se dan en Visión del ahogado. En esta obra, como afirma Brad Epps, hay un personaje que está tan acostumbrado a ser controlado que imagina una cámara que lo mira mientras ve una mancha en el espejo.
Como respuesta al desencanto y a la ruptura pactada se difundieron modas transgresivas, hedonísticas y lúdicas en una mezcla que vio acostarse diferentes generaciones de escritores, pero la renovación masiva ya había ocurrido antes, primero con el experimentalismo, y después con la nueva narrativa de la generación del ’68 – o sea la generación de escritores que empezaron su producción en torno a aquel año. Lo que verdaderamente pasó en los años que siguieron fue sobre todo una acentuación y una mezcla de las tendencias que ya estaban presentes en España.
Una vez que la situación política se había estabilizado, pareció que España quisiera recobrar todo el tiempo que había perdido con la dictadura, volviéndose en pocos años en un ejemplo de dinamismo y modernidad: costumbres que en otros países habían aparecido uno después del otro en España aparecieron juntos. Se vieron así coexistir diferentes modas, nuevos estilos de música, libertad sexual, uso de drogas. Millás describe este periodo como un periodo donde la gente empezó a “falsificarse”, a vivir vidas artificiales influenciadas por el consumo:

Yo creo que empezó [esa manía de falsificarnos a nosotros mismos ] cuando España se hizo rica, allá por los años ochenta, cuando el Gobierno socialista decía que éste era el país en el que te podías hacer rico en menos tiempo de toda Europa. Esa obsesión es digna de un país de nuevos ricos [...] Nosotros llevamos vidas imaginarias, fantásticas7

La industria cultural – libros, cine y música – ha crecido muy rápidamente, llegando a interesar a las nuevas masas escolarizadas, de manera que en lugar de ser una producción para las élites la literatura se ha convertido en un fenómeno de consumo – se habla de “literatura de mercado”. Millás afirma que mientras que una vez era difícil publicar, ahora el problema es que con todas las publicaciones que se hacen es difícil hacer llegar los mensajes a la gente, en un mercado cargado de todo.
En el terreno de la narrativa, se funden muchos géneros literarios, y como escribe Francisco G. Orejas, «Se constata una casi unánime coincidencia respecto a la inexistencia de una tendencia dominante en nuestra narrativa reciente. [...] no hay patrones, ni modelos, ni cánones de universal o general aceptación»8. La literatura parece ser una mezcla de técnicas nuevas y de técnicas heredadas de las tendencias pasadas, como el cambio rápido de planos – debido a la influencia que tuvo el cine –, las rupturas espaciotemporales, los flash-backs etc. En la literatura de Millás se pueden encontrar diferentes herencias de este tipo, como en Visión del ahogado, obra descrita por Millás como «muy cinematográfica, porque está dividida en secuencias casi cinematográficas y, en ese sentido, conecta con unas estructuras narrativas muy fijadas en el lector»9.
En un plano filosófico, como subrayan Gabriele Morelli y Danilo Manera, hay en el posmodernismo una tendencia al rechazo de un conocimiento rígido, de jerarquías, y a la búsqueda de representaciones caóticas, de confusión e incertidumbre.
También el concepto de identidad religiosa y nacional pierde su fuerza. En “El misterio y lo absurdo” Millás funde las identidades religiosas, las identidades políticas y las procedentes de las modas; en un diálogo entre mujer y marido, en el que él dice de haberse convertido al catolicismo, ella le dice que «Es más fácil [...] meterle a un hombre el catolicismo en el cerebro que un procesador de textos en el disco duro de un portátil. Los ordenadores son más delicados que vosotros. De hecho, tú has sido comunista, socialdemócrata, budista, gimnasta, cineasta y ahora católico. Si intento cargarle yo todos esos programas al IBM, se bloquea por culpa de la memoria operativa. Seguramente, tú sólo tienes memoria RAM. Ve al médico a ver qué te dice»10.
En el posmodernismo se pulveriza el ideal de subordinación de lo individual a las reglas colectivas, a lo social, y el mismo concepto de Historia, con sus pretensiones de ser algo inequívoco y universal, es abandonado para refugiarse cada uno en su propia historia – o sea en su propia memoria. Afirma Millás:

A veces se da este divorcio entre lo histórico y lo personal, como entre la macro y la microeconomía, que cada una vez por su lado, qué le vamos a hacer.
Es sabido que hay quien hace la historia y hay quien la padece. La habilidad de quienes la hacen consiste en hacer creer a los que la padecen que son protagonistas de algo. Pero no es cierto: aquel pie que pisó hace no sé cuántos años el improbable suelo lunar no era el mío11

Otras características que se encuentran desparramadas en las novelas de esta época son la asunción de un mundo superficial, el uso de alegorías, la presencia de personajes narradores esquizofrénicos que evidencian la ambigüedad de la realidad y ponen al lector ante puntos de vista en los que no puede confiar.
Por último, una de las tendencias más importantes que destacan en la producción posmoderna es el modelo metaficticio, que goza actualmente de mucho prestigio, y al que dedicaremos el próximo apartado.

1 Gabriele Morelli y Manera Danilo, Letteratura spagnola del Novecento: dal modernismo al postmodernismo, cit.
2 Ibid
3 Orejas Francisco G., La metaficción en la novela española contemporánea: entre 1975 y el fin de siglo, cit., p. 251
4 S. Turkle, Life on the screen, cit., p. 138
5 Brad Epps, “Battered Bodies and Inadequate Meanings: Violence and Disenchantment in Juan José Millás’s Visión del Ahogado”, Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies, Volume 5, 2001, p. 35
6 http://blogs.periodistadigital.com/mosaico.php/2007/05/06/entrevista_juan_jose_millas_escribidor_d
7http://www.elpais.com/articulo/cultura/busqueda/sencillez/compleja/complejidad/sencilla/elpepicul/20061017elpepicul_1/Tes
8 Orejas Francisco G., La metaficción en la novela española contemporánea: entre 1975 y el fin de siglo, cit., p. 247, 248
9 Fabian Gutiérrez, Como leer a Juan José Millás, Ediciones Júcar, Madrid, 1992, p. 126, 127
10 Ibid, p. 111, 112
11 Juan José Millás, “La hora de comer”, http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/articuento145.htm