La literatura posmoderna, que en
España nació después de la caída del franquismo, se caracteriza
por una gran heterogeneidad de géneros literarios y de corrientes.
Se constata una fusión de géneros, de corrientes nuevas mezcladas
con corrientes que nacieron durante el Franquismo.
Durante la
dictadura de Franco era muy activa la censura; algunos escritores se
conformaron con la ideología del régimen, otros hicieron novelas de
evasión. Sin embargo, algunos grupos de escritores intentaron una
contestación política amordazada. Una de las manifestaciones fue el
neorealismo,
o realismo
social:
a la glorificación del pasado nacional se contraponía la decadencia
del presente; a la centralización del poder y a la jerarquía se
contraponían cuentos ambientados en los pequeños pueblos – y más
adelante en lugares periféricos con respecto a la ciudad – y una
perspectiva externa que ponía a todos los personajes al mismo nivel,
que daba la sensación de horizontalidad en lugar de la verticalidad
propugnada por el régimen1.
En los ’60,
años en que los tecnócratas del Opus Dei tenían una posición
dominante en el gobierno, las novelas disidentes ponían especial
acento en la capacidad destructora del progreso técnico y
científico, en su aspecto deshumanizador, clasificador. En lugar de
las oposiciones binarias, como enfermo y sano, bueno y malo, que eran
consideradas retórica del régimen – “adecuado o no adecuado”
– se proponía una realidad fragmentada, que no entraba en los
esquemas. Se reemplazó el neorealismo con nuevas tendencias; una es
la metanarrativa que espeja una realidad de impresiones, iconos y
marcas; además con la abertura del régimen al turismo y al influjo
extranjero, llegó el influjo de autores del “boom”
hispanoamericano, como Vargas Llosa, Cortázar, García Márquez y
Fuentes, que difundieron la novela experimental2.
Con la
“generación del ’68”, o sea los autores que escribieron sus
primeras novelas en 1968, algunos críticos hablan de nueva
narrativa.
Es una literatura de subgéneros, que utiliza la ironía y el
collage. Vuelve el gusto de contar historias, mientras se abandona en
parte el ensimismamiento de las novelas experimentales y se intenta
ganar la atención del lector.
Con el fin del
régimen y de la censura, uno esperaría un cambio en la literatura,
pero como subraya Orejas, la extinción de la censura «no afectó a
la calidad de la literatura española ni conllevó, salvo desde un
punto de vista temático, grandes novedades»3.
Prescindiendo de la cantidad de libros de asunto político o erótico,
no hubo grandes innovaciones ni técnicas ni temáticas.
Los años que siguieron a 1975
fueron un período que vio un proceso político de fragmentación,
descentralización y pluralismo, un período de individualismo en el
que los círculos intelectuales celebraban las diferencias para
oponerse al viejo orden que reducía la gente a una masa compacta.
Los descubrimientos científicos en todo el mundo parecían apoyar
esta nueva visión del cosmos, desordenado y sin un centro al que
hacer referencia:
Decentralized
models have appeared in economics, ecology, biology, political
science, medicine, and psychology. In the latter, psychoanalytic
theory has been an important actor in the development of
decentralized or decentred views of the self4
Sin embargo, a pesar de esta
nueva concepción individualista del mundo, en estos años lo que
dominaba en España era el desencanto, la inseguridad. Brad Epps
intenta describir el sentimiento de miedo a lo viejo, junto al miedo
a lo nuevo, en su ensayo:
[...]
fear is a function of a past that remains
and returns
in the present and that shapes the future. [...] one may fear that
people, things, and relations do
not change;
that the truth of reality is sadly the same as it ever was; that the
transition from dictatorship to democracy is more rhetorical than
real. Alternatively, one may fear that people and things have
changed
so much that no relation is viable, let alone adequate5
La Ruptura
pactada
dejó una generación frustrada, sin timón, que miraba hacia atrás
para comprobar su inerte prolongación en un presente sin esperanza,
lleno de contradicciones, de falsedades. Se temían los Franquistas,
pero también los Comunistas, los Social Demócratas; si por un lado
el Franquismo había caído como gobierno, por otro perduraban las
costumbres “franquistas” de la gente común, que se había
acostumbrado a ser controlada y ser a su vez controladora, que había
interiorizado la idea de tener un poder sobre ella al que hacer
referencia.
Siguen las
novelas de evasión, de olvido del presente, pero escritores como
Millás esconden en dichas novelas ideas políticas revolucionarias.
Afirma Millás que «La
libertad de expresión sigue existiendo, el problema es que muchas
veces llevamos la censura dentro»6.
Ejemplos se dan en Visión
del ahogado.
En esta obra, como afirma Brad Epps, hay un personaje que está tan
acostumbrado a ser controlado que imagina una cámara que lo mira
mientras ve una mancha en el espejo.
Como respuesta al desencanto y a
la ruptura pactada se difundieron modas transgresivas, hedonísticas
y lúdicas en una mezcla que vio acostarse diferentes generaciones de
escritores, pero la renovación masiva ya había ocurrido antes,
primero con el experimentalismo, y después con la nueva narrativa de
la generación del ’68 – o sea la generación de escritores que
empezaron su producción en torno a aquel año. Lo que verdaderamente
pasó en los años que siguieron fue sobre todo una acentuación y
una mezcla de las tendencias que ya estaban presentes en España.
Una vez que la situación
política se había estabilizado, pareció que España quisiera
recobrar todo el tiempo que había perdido con la dictadura,
volviéndose en pocos años en un ejemplo de dinamismo y modernidad:
costumbres que en otros países habían aparecido uno después del
otro en España aparecieron juntos. Se vieron así coexistir
diferentes modas, nuevos estilos de música, libertad sexual, uso de
drogas. Millás describe este periodo como un periodo donde la gente
empezó a “falsificarse”, a vivir vidas artificiales
influenciadas por el consumo:
Yo
creo que empezó [esa manía de falsificarnos a nosotros mismos ]
cuando España se hizo rica, allá por los años ochenta, cuando el
Gobierno socialista decía que éste era el país en el que te podías
hacer rico en menos tiempo de toda Europa. Esa obsesión es digna de
un país de nuevos ricos [...] Nosotros llevamos vidas imaginarias,
fantásticas7
La industria cultural – libros,
cine y música – ha crecido muy rápidamente, llegando a interesar
a las nuevas masas escolarizadas, de manera que en lugar de ser una
producción para las élites la literatura se ha convertido en un
fenómeno de consumo – se habla de “literatura de mercado”.
Millás afirma que mientras que una vez era difícil publicar, ahora
el problema es que con todas las publicaciones que se hacen es
difícil hacer llegar los mensajes a la gente, en un mercado cargado
de todo.
En el terreno
de la narrativa, se funden muchos géneros literarios, y como escribe
Francisco G. Orejas, «Se constata una casi unánime coincidencia
respecto a la inexistencia de una tendencia dominante en nuestra
narrativa reciente. [...] no hay patrones, ni modelos, ni cánones de
universal o general aceptación»8.
La literatura parece ser una mezcla de técnicas nuevas y de técnicas
heredadas de las tendencias pasadas, como el cambio rápido de planos
– debido a la influencia que tuvo el cine –, las rupturas
espaciotemporales, los flash-backs etc. En la literatura de Millás
se pueden encontrar diferentes herencias de este tipo, como en Visión
del ahogado,
obra descrita por Millás como «muy cinematográfica, porque está
dividida en secuencias casi cinematográficas y, en ese sentido,
conecta con unas estructuras narrativas muy fijadas en el lector»9.
En un plano filosófico, como
subrayan Gabriele Morelli y Danilo Manera, hay en el posmodernismo
una tendencia al rechazo de un conocimiento rígido, de jerarquías,
y a la búsqueda de representaciones caóticas, de confusión e
incertidumbre.
También el
concepto de identidad religiosa y nacional pierde su fuerza. En “El
misterio y lo absurdo” Millás funde las identidades religiosas,
las identidades políticas y las procedentes de las modas; en un
diálogo entre mujer y marido, en el que él dice de haberse
convertido al catolicismo, ella le dice que «Es más fácil [...]
meterle a un hombre el catolicismo en el cerebro que un procesador de
textos en el disco duro de un portátil. Los ordenadores son más
delicados que vosotros. De hecho, tú has sido comunista,
socialdemócrata, budista, gimnasta, cineasta y ahora católico. Si
intento cargarle yo todos esos programas al IBM, se bloquea por culpa
de la memoria operativa. Seguramente, tú sólo tienes memoria RAM.
Ve al médico a ver qué te dice»10.
En el posmodernismo se pulveriza
el ideal de subordinación de lo individual a las reglas colectivas,
a lo social, y el mismo concepto de Historia, con sus pretensiones de
ser algo inequívoco y universal, es abandonado para refugiarse cada
uno en su propia historia – o sea en su propia memoria. Afirma
Millás:
A veces se da este
divorcio entre lo histórico y lo personal, como entre la macro y la
microeconomía, que cada una vez por su lado, qué le vamos a hacer.
Es
sabido que hay quien hace la historia y hay quien la padece. La
habilidad de quienes la hacen consiste en hacer creer a los que la
padecen que son protagonistas de algo. Pero no es cierto: aquel pie
que pisó hace no sé cuántos años el improbable suelo lunar no era
el mío11
Otras
características que se encuentran desparramadas en las novelas de
esta época son la asunción de un mundo superficial, el uso de
alegorías, la presencia de personajes narradores esquizofrénicos
que evidencian la ambigüedad
de la realidad y ponen al lector ante puntos de vista en los que no
puede confiar.
Por último, una de las
tendencias más importantes que destacan en la producción posmoderna
es el modelo metaficticio, que goza actualmente de mucho prestigio, y
al que dedicaremos el próximo apartado.
1
Gabriele
Morelli y Manera Danilo, Letteratura
spagnola del Novecento: dal modernismo al postmodernismo,
cit.
2
Ibid
3
Orejas
Francisco G., La
metaficción en la novela española contemporánea: entre 1975 y el
fin de siglo,
cit., p. 251
4
S.
Turkle, Life
on the screen,
cit., p. 138
5
Brad
Epps, “Battered Bodies and Inadequate Meanings: Violence and
Disenchantment in Juan José Millás’s Visión
del Ahogado”,
Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies, Volume 5, 2001, p. 35
6
http://blogs.periodistadigital.com/mosaico.php/2007/05/06/entrevista_juan_jose_millas_escribidor_d
7http://www.elpais.com/articulo/cultura/busqueda/sencillez/compleja/complejidad/sencilla/elpepicul/20061017elpepicul_1/Tes
8
Orejas
Francisco G., La
metaficción en la novela española contemporánea: entre 1975 y el
fin de siglo,
cit., p. 247, 248
9
Fabian
Gutiérrez, Como
leer a Juan José Millás,
Ediciones Júcar, Madrid, 1992, p. 126, 127
10
Ibid,
p. 111, 112
11
Juan
José Millás, “La hora de comer”,
http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/articuento145.htm