Ahora nos
concentraremos en la situación histórica española. El
Post-franquismo
va dese la caída del régimen franquista hasta un límite que aún
se ha de precisar. Dado que este período no tiene un nombre que lo
caracteriza, sino que lo contrapone al Franquismo, la primera cosa
que haremos será estudiar a qué exactamente este periodo se
contrapone.
Ya antes de
llegar a ser comandante supremo, Franco se había hecho cargo de
implantar en la sociedad el concepto de auto-disciplina civil, o sea
el sentimiento en la población de sentirse gobernada, de ser
controladores y controlados de manera que el gobierno sería estable
y que todos tendrían que conformarse al sistema. Después de la
guerra civil, en 1939, se declaró comandante supremo, prometiendo el
regreso en España a la monarquía con Juan Carlos. Unidad,
disciplina
y fe
eran según el movimiento franquista las reglas para asegurar la
gloria del país. Por unidad se entiende la cohesión social,
realizada a partir del ideal de familia tradicional y patriarcal;
disciplina en sentido fascista significa obediencia a la autoridad
central y “fe” se refiere únicamente a la fe católica, con la
Iglesia que monopolizaba la enseñanza. Franco no desdeñaba el
fanatismo: eran los liberales quienes “amenazaban” la ortodoxia y
la unidad religiosa. Otra “amenaza” al orden eran los conceptos
de descentralización política y pluralidad étnica: por esto la
ideología miraba a “Una patria. Un estado. Un Caudillo”.
La xenofobia
fue utilizada para consolidar la unidad nacional contra las
tendencias comunistas acusadas de ser extranjeras, de proceder de la
Unión Soviética y de minar la identidad española. Diciendo esto,
Franco ignoraba intencionalmente el papel que tuvieron las ayudas
procedentes de los moriscos, los soldados italianos y el ejército
alemán en su campaña militar, lo que quería Franco era «to mold
the discourse into his own version of reality, and xenophobia served
him well to that end»1.
En 1957 Franco decidió
incorporar en el gobierno una clase de tecnócratas del Opus Dei,
organización católica conservadora que al mismo tiempo promovía un
progreso tecnológico. Esta elección ayudó mucho al crecimiento del
turismo: en los años ‘60 España empezó un período de “milagro
económico”, que marcó un período de abertura parcial. Debido a
esto, lentamente Franco tuvo que reducir su rechazo a todo lo que no
fuera hispánico, y en Noviembre de 1959 el presidente Eisenhower
firmó un pacto en Madrid que autorizaba la presencia de las bases
estadounidenses en España. De esta manera, España se podía
beneficiar de las ayudas procedentes los Estados Unidos, mientras el
régimen de Franco actuaba como centro de oposición al comunismo de
la Unión Soviética, principal enemigo de los Estados Unidos.
En los años
‘70 la salud de Franco era muy débil, y la élite franquista
estaba dividida entre los inmovilistas, que querían la continuación
del régimen franquista según los principios fundamentales definidos
en 1958, y los aperturistas, que querían tomar una dirección más
libertaria y democrática. En 1967 fue promulgada la Ley Orgánica
del Estado; en este período los franquistas son descritos por
Gallego como «girando en torno a la necesaria consolidación
institucional a medida que las expectativas vitales del dictador eran
más limitadas»2.
En 1973 la
organización para la independencia vasca (ETA) como prueba se su
poder asesinó a Carrero Blanco, que había sido nombrado en el mismo
año por Franco jefe del gobierno. Empezaba así un proceso de
descentralización, aunque algunos históricos parecen subrayar
diferentes aspectos de la cuestión: Carmelo Adagio y Alfonso Botti
hablan de «la frammentazione dell’élite franchista e l’emergere
di fratture interne che impedirono alla classe dirigente del regime
di avere un progetto politico concreto e condiviso alla morte di
Franco»3
pero, según Gallego, «las discrepancias eran menos importantes que
los ingredientes de cohesión, de complicidad de proyecto, de
aceptación de un conjunto de legitimidades que ofrecen una identidad
común a la élite del franquismo»4:
la gestión del sucesor de Carrero, Arias Navarro, fue representada
como una abertura del estado a la modernización y sobre todo al
reencuentro entre el Estado y la sociedad «cuando se era consciente
de la fisura abierta entre ambos»5.
Millás por su cuenta describe este periodo como «años de derrota
para los espańoles, [...] una situación de desastre colectivo»6.
Con la muerte
de Franco, en 1975, terminaron los treinta y seis años de dictadura.
El rey Juan Carlos abrió las puertas a la democracía, y decidió
terminar con el gobierno fascista en España. Adolfo Suárez,
aperturista y convertido a la democracia, subió al gobierno como
presidente en Julio de 1976, y en el mismo año promulgó la Ley para
la Reforma Política.
Como afirma
Brad Epps, a pesar de todos estos éxitos, la Ruptura
democrática
fue estigmatizada como mera fantasía después de 1977: se habla de
Ruptura
pactada,
donde el cambio no fue radical, sino hubo una continuidad. Según
Spires, esta Ruptura
pactada
fue debida a la incertidumbre sobre el futuro, junto con el recuerdo
de la Guerra Civil. Esto frenaba los actores políticos que esperaban
una ruptura radical, que al final prefirieron un proceso de reforma
percibiendo el riesgo de fracaso de la transición y apostando por la
continuidad del Estado7.
Se volvieron así partidarios de los cambios propuestos por los
“reformistas” del viejo régimen. Otra causa de la ruptura
pactada fue el hecho de que los reformadores se habían instalado en
la burocratización y la racionalización pública, tutelando su
posición.
Ferrán
Gallego sostiene que las causas de esta continuación fueron «la
ausencia de una cultura democrática»8,
«el temor a perder el «orden público» como algo que afecta a las
propias condiciones de bienestar, a la seguridad adquirida; la
relación de «agradecimiento» a un régimen que ha logrado éxito
en su propaganda de ser responsable de la modernización y reforma de
la sociedad española»9.
De hecho, el gobierno sostenía que habían en España unas
condiciones estructurales para las que el propio sistema había ido
certificando la validez de sus soluciones de recambio; pero, como
subraya Gallego, la «defensa de la capacidad evolutiva del régimen
sólo puede basarse en la legitimidad del mismo, comenzando por su
legitimidad de origen»10.
La oposición democrática fue deslegitimada delante los ojos de los
españoles por los medios de comunicación gubernamental: una vez que
se había planteado una «superación de la línea de discriminación
fascismo/antifascismo, para sustituirla por la de
comunismo/anticomunismo»11,
según la clase directiva quien no aceptaba la “única” vía de
apertura posible a la participación era culpable de minar la
cohesión fundamental de España. Se vieron así personas que
sirvieron con fervor al régimen servir a la democracia con el mismo
fervor. Junto a todo esto, el clima en que las elecciones tuvieron
lugar no anunciaba ninguna estabilidad: algunos grupos políticos de
extrema derecha y de extrema izquierda intentaron influir en el
proceso de reforma con acciones violentas; el partido separatista
vasco seguía con acciones terroristas y Cataluña, Galicia y otras
provincias ganaban más independencia.
La formación
de los partidos durante las elecciones encontró al PCE (Partido
Comunista de España) y al PSOE (Partido Socialista Obrero Español)
a la izquierda, mientras que a la derecha se encontraba AP (Alianza
Popular) que incorporaba algunas personalidades que habían sostenido
el régimen, como por ejemplo Manuel Fraga12.
En el centro, con el apoyo de los medios de comunicación públicos
(televisión, radio y prensa) se encontraba la Unión de Centro
Democrático (UCD), que había nacido para apoyar la candidatura del
ex falangista Adolfo Suárez. Por último estaban las formaciones
nacionalistas, como el Partido Nacionalista Vasco (PNV) o la Unió
Democrática de Catalunya (UDC).
El 15 de Junio ganó las
elecciones con el 34,52% de los votos la UCD, seguida por PSOE y AP.
A pesar de la caída de la dictadura, los medios de comunicación
habían demostrado su capacidad de influencia sobre la población.
En 1978 fue aprobada la
Constitución española, pero en sectores del ejército y de la
extrema derecha crecía la voluntad golpista. En 1981, mientras
reinaba un clima de inseguridad debido a secuestros e intimidaciones,
Adolfo Suárez dimitió. Mientras el UCD, fragmentado, intentaba
nombrar un nuevo presidente, los golpistas se aprovecharon de la
inestabilidad para su golpe de estado.
El 23 de
Febrero de 1981, un grupo de guardias civiles irrumpió con
metralletas en mano en el hemiciclo del Congreso de los Diputados.
Secuestrando a los poderes ejecutivo y legislativo, los golpistas
miraban al “vacío de poder” sobre el cual se habría generado un
nuevo poder político. Sin embargo, el día 24 de febrero, el Rey
intervino en televisión, y se situó contra los golpistas,
defendiendo la Constitución española y llamando al orden a las
Fuerzas Armadas en su calidad de Capitán general. El golpe había
fracasado. En las elecciones de 1982 – año que algunos históricos
consideran el verdadero comienzo de la democracia – el PSOE ganó
las elecciones con una contundente mayoría, aunque, como escriben
Gabriele Morelli y Danilo Manera, «per la riconciliazione nazionale
si paga un prezzo di silenzio: diverse istituzioni non vengono
purgate e i responsabili di gravi crimini rimangono impuniti»13.
En 1986 España entró en la
Comunidad Europea, recibiendo ayudas. La estabilidad permitió
profundas transformaciones, pero hubieron también fenómenos de
asistencialismo, clientelismo y corrupción. El PIB creció, pero
aumentaron también el desempleo y la inflación.
En 1996 la falta de confianza en
la clase directora llevó al gobierno al PP (Partido Popular), que
ganó las elecciones también en 2000, consiguiendo buenos resultados
económicos. En 2004 ganó las elecciones José Luis Rodríguez
Zapatero, joven líder del PSOE, que empezó una serie de profundas
reformas civiles.
1
Robert
C. Spires, Post-Totalitarian
Spanish Fiction,
cit. p. 19
2Ferran
Gallego, El
Mito de la Transición: La crisis del franquismo y los orígenes de
la democracia (1973-1977),
Crítica, Barcelona, 2008
p. 19
3
Carmelo
Adagio, Alfonso Botti, Storia
della Spagna democratica: Da Franco a Zapatero,
Paravia Bruno Mondadori Editori, Milano, 2006. p. 20
4
Ferran
Gallego, El
Mito de la Transición: La crisis del franquismo y los orígenes de
la democracia (1973-1977),
cit., p. 20
5
Ibid,
p. 20
6
http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/entrevista.htm
7
Un
ejemplo es Carillo que, regresado en España de su exilio, después
de haber fondado el PCE tuvo que aceptar la monarquía y la unidad
de España para calmar los militares, renunciando a la bandera de la
república.
8
Ferran
Gallego, El
Mito de la Transición: La crisis del franquismo y los orígenes de
la democracia (1973-1977),
cit., p. 30
9
Ibid,
p. 31
10Ibid,
p. 24
11
Ibid,
p. 48
12
Fraga
había sido ministro de Información y Turismo entre 1962 y 1969,
durante el gobierno de Francisco Franco, así como vicepresidente
del Gobierno y ministro de la Gobernación inmediatamente después
de su muerte; en 1966, Fraga había afirmado que los partidos
políticos «subrayan las diferencias de clase, como ocurre con los
partidos socialistas, o bien se apoyan en las diferencias
regionales», siendo España uno de los «países de temperamento
fuerte», estos son inadecuados y pondrían la nación en un «camino
seguro hacia la violencia, cuando no a la guerra civil. Frente a
este tipo de representación...propicio a toda clase de
falsificaciones...se viene defendiendo en diversos sectores un
retorno a la representación orgánica [...]». En 1971 Fraga
propuso un planteamiento de la forma monárquica del Estado, como
legado histórico y como institución legal.
13
Morelli
Gabriele y Manera Danilo, Letteratura
spagnola del Novecento: dal modernismo al postmodernismo,
Mondadori, Milano, 2007, p. 195